Reseña: Las casas del hambre

Espacios emocionales

Las casas de nuestras vidas guardan entre sus paredes la historia de lo que fuimos o sentimos durante la época en que vivimos en ellas. Estas emociones se intensifican cuando revisitamos estos lugares y los recuerdos inundan la memoria. En Las casas del hambre, la puertorriqueña Cynthia Montalvo Martínez visita estos hogares pasados por medio de la poesía. En cuarenta y cuatro poemas, basados en casas y apartamentos, la autora nos presenta los sentimientos que evocan los lugares donde la protagonista de la obra ha residido

Las casas del hambreDividido en tres partes, el poemario comienza con “Las primeras casas”, en la que se manifiestan las emociones de experiencias pasadas en diferentes hogares. Le sigue “Casas ajenas”, que trata de lugares familiares y frecuentados, como la escuela. La última parte se titula “Nueva crónica de espacios”, que recoge otro conjunto de emociones vividas en los hogares de la primera parte.

Estas dos partes de la obra (la primera y la tercera) se corresponden entre sí y muestran un poco de los procedimientos de composición y ritmo de la poeta. Por ejemplo, “El primer apartamento: barrio París” mantiene una cadencia larga y libre comparable con “La vecina”, que se encuentra en la tercera parte del poemario y es, en esencia, el mismo poema con una cadencia muy distinta, de corte más tradicional. En alusión a los antiguos discos de pasta, algunas de estas obras de la tercera parte están identificadas con side B, como si se tratase de una grabación alterna del mismo poema.

Montalvo Martínez utiliza un lenguaje culto pero sencillo, acompañado de complejidad temática. En los poemas, se trabajan varios términos sicológicos, con los cuales los lectores deberán familiarizarse para comprender la lectura. Al final, los lectores de Las casas del hambre sentirán cómo los espacios que alguna vez habitamos nos han moldeado, formado y cambiado a lo largo de la vida.

Las casas del hambre

Cynthia Montalvo Martínez

Los Libros de la Iguana, 2015

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en abril 5 de 2015.

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