Seres fantásticos
Superhéroes, videojuegos de rol japoneses, fantasía y tradiciones cristianas son solo algunos de los elementos que se encuentran en Los impoderes, del puertorriqueño Joel Feliciano. Es una novela de fantasía con elementos de ciencia ficción con una trama algo mesiánica y una visión épica dentro de la mitología que intenta crear.
En un lugar llamado Nobol, en un futuro no muy lejano, nace un niño que, debido a sus poderes, causa una sequía interminable en la región (que aparenta ser en algún lugar del continente americano, pero nunca se especifica dónde). El niño, abandonado por sus padres, vive su infancia y adolescencia en un convento, donde manifiesta un poder terrible: es capaz de causar una debilidad mortal con solo tocar a alguien con la mano. Cuando está a punto de cumplir los dieciocho, comienza una serie de sucesos que le revelarán no solo los misterios de las monjas del convento, sino que hay más personas con poderes en el mundo. Inevitablemente, los encuentros con estos otros “impoderes” causan conflictos para los personajes y mueven la trama.
Los impoderes es una novela imaginativa que le debe mucho a la cultura popular del siglo XXI. La trama construida por Feliciano, en esta primera novela, cobra fuerza según se desarrolla. Aquellos que disfruten de sagas como las de Los juegos del hambre o Harry Potter podrán encontrar elementos que les apelen en la historia, que contiene acción, melodrama, romance y misterio. Los problemas mayores de la novela se encuentran en el estilo literario, por una serie de metáforas y símiles cuestionables y que en muchos casos no aclaran la imagen que se pretende ilustrar. A su vez, tiene errores ortográficos y gramaticales que comúnmente se les escapa a muchas de las editoriales independientes del País. En su conjunto, Los impoderes es una novela con un comienzo algo lento para el público y con algunos otros problemas de edición y corrección, pero entretenida y con algunas sorpresas.
Joel Feliciano
Terranova Editores, 2013
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en abril 26 de 2015.