Caricaturas controvertidas
En 1905, el artista Julio Medina publicó en la revista La independencia una caricatura del gobernador de Puerto Rico, Beekman Winthrop. Por esta caricatura, fue condenado y encerrado en prisión un tiempo. Hoy día, podemos observar la crítica hacia el gobierno desde la perspectiva de Planeta Kike, Pepito y De la Nada, que son caricaturas, cómics y animaciones, respectivamente. Por los adelantos de la época, en lugar de publicarse en un medio impreso, se difunden por las redes sociales y disfrutan de gran popularidad. Si algo ha demostrado la historia es que las imágenes de estas mentes creativas suelen ser fuente de fastidio para los que son criticados. En La denuncia gráfica, de Marisa Rosado y Tony Mapeyé, podemos recordar o aprender, según sea el caso, de otro tomo en la historia de la caricatura de protesta en Puerto Rico.
El libro documenta la historia de la dirección del Instituto de Cultura Puertorriqueño (ICP), durante los años 1979 y 1983. En esos tiempos, el gobernador Carlos Romero Barceló, involucrado en los escándalos del Cerro Maravilla y los abucheos del público en los Juegos Panamericanos, tomaba medidas para dirigir y menospreciar la cultura del País. El ICP, que por años había disfrutado de una encomienda más allá de líneas partidistas, estuvo a cargo de la Dra. Leticia del Rosario, cuya especialidad era en Física, en vez de en Humanidades. El conflicto se suscitó desde la perspectiva de lo que constituye el universalismo en el arte y la cultura: un bando abogaba por ignorar la identidad nacional, y el otro discutía que dicho universalismo sin raíces no existe. El libro de Rosado y Mapeyé documenta, a lo largo de las caricaturas publicadas de manera anónima en el periódico interno El fotutazo, los sucesos de esos cuatro años. Esta época incluyó protestas, manifestaciones, despidos y hasta la intervención de policías encubiertos.
Según los autores, el libro contiene solo una muestra de las caricaturas que se publicaron en la época. Muchas de las caricaturas publicadas en estos años, según nos cuentan, se han perdido, debido a la naturaleza clandestina del arte, tanto de su vía de publicación, como la de sus autores, que evitaban la persecución política desde el anonimato.
Es menester mencionar que La denuncia gráfica solo menciona un lado de la historia, sin deseo aparente de lograr objetividad. En las pocas ocasiones en que se muestra el punto de vista de la administración de turno, se hace para contextualizar las caricaturas a las que se refieren, como sucede con la columna editorial “Las vacas sagradas”, de la mencionada exdirectora. No obstante, el libro sí ofrece una mirada a cómo puede utilizarse el arte como vehículo de protesta. En los tiempos que se avecinan, no está de más recordar otra herramienta de denuncia y protesta.
La denuncia gráfica
Marisa Rosado y Tony Mapeyé
Editorial Luscinia C.E., 2016
Esta reseña se publicó orriginalmente en El Nuevo Día en mayo 14 de 2017.