Reseña: Nada que contar

Cuentos cotidianos

¿Qué determina un suceso digno de contar? ¿Necesita ser un evento significante, como un asesinato, un robo o un desastre natural? ¿Podría ser algo más cotidiano, como un tapón, tener alguien con quién hablar o buscar un regalo de Navidad? La realidad es que no importa el suceso, sino la manera en que se cuenta. Tal vez este sea el mensaje implícito de Nada que contar, un libro de cuentos de Bárbara Salazar, autora de origen cubano, que actualmente reside en los Estados Unidos.

El libro se compone de siete relatos diversos, aunque la protagonista en algunos de ellos parece repetirse. Tratan temas cotidianos y se muestran reflexivos ante las situaciones que acontecen. “La rifa”, por ejemplo, trata de una mujer en la mediana edad que se gana una estadía en una hospedería en Colorado en plena temporada de esquí. Allí conoce a un hombre que muestra interés en ella, pero actúa de manera errática: la deja plantada en cenas y así por el estilo. “Prisa” es una anécdota de cómo una joven llega a la ciudad para emprender el resto de su vida. Por su parte, “El esperpento” parece relacionado con el primer cuento de alguna manera, ya que se ambienta en el mismo estado norteamericano. “El cuenta cuentos” relata la historia de los padres de la protagonista: cómo se conocieron, la tuvieron y luego se separaron, así como cuál era la relación postruptura. “Mariposas” es semejante a “La rifa”, ya que también es acerca de un viaje y un hombre misterioso que pasea a la protagonista por un pueblo latinoamericano. “La nota” trata de unos pacientes de enfermedades mentales. Por último, “¿Qué pasó con Lydia?” es una historia confusa acerca de un acontecimiento cotidiano, al parecer, pero que luego se revela como un acto criminal.

Las situaciones en las que la autora coloca a sus personajes son interesantes y muestran un buen sentido de lo que podría ser un buen cuento. No obstante, las narraciones se beneficiarían de una preocupación mayor en cómo narrar en vez de qué narrar. A los cuentos les hace falta conflictos que muevan la trama, en muchos casos, y más honestidad con los lectores, en otros. Así no se valdría de situaciones en que todo era un sueño o una alucinación. Es el tipo de madurez narrativa que solo se obtiene escribiendo y leyendo más.

 

Nada que contar

Bárbara Salazar

Editorial EDP University, 2016

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en julio 23 de 2017.

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