El primer paso
Ante los continuos abusos y atropellos a los que se enfrenta el pueblo puertorriqueño, se ha convocado a otra manifestación masiva este primero de mayo de 2018. Es lógico pensar que esta tendrá más participación que la de entonces. En parte, debido a que las amenazas de la Junta de Control Fiscal (JCF) y de la administración de Ricardo Rosselló comienzan a concretarse: los pensionados comienzan a calcular con cuánto dinero contarán luego de que le reduzcan lo que probablemente es su único ingreso, los padres se preguntan cómo llevarán a sus hijos a escuelas más lejanas, los trabajadores nos preocupamos al ver cómo nos quitan más derechos laborales y los demás nos preguntamos qué obligaría a una corporación privada a restaurar electricidad si no les es costo eficiente.
Cuando primero se habló de la Junta, se escuchaba mucho de cómo pondrían en cintura a nuestros gobernantes incompetentes y corruptos. Sin embargo, la realidad ha sido otra. La austeridad, como siempre, la sufriremos nosotros, que trabajamos y nos vemos enfrascados en nuestras luchas diarias. Mientras tanto, legisladores, asesores y aquellos cercanos a la administración en curso gozan de sueldos y contratos que no reflejan austeridad alguna. Como ha sucedido durante las últimas décadas, los responsables por la situación en que estamos no sufren los estragos.
Parte de mi razón de escribir Fortaleza fue como catarsis a esta penosa situación. Quería tomar medidas para mejorar a Puerto Rico y la ficción me permitió hacer eso mismo, aunque fuese solo en mi cabeza y, luego, en las páginas de la novela. Quise crear un gobernante que se enfrentara a la corrupción y la ineficiencia del gobierno, que lo convirtiera en un organismo legítimo ante la ciudadanía. La legitimidad del gobierno es uno de los temas principales de la novela y es un asunto tomado de nuestra cotidianidad. Por ejemplo, si alguien te roba en San Juan, lo más probable es que la Policía no haga querella alguna si no hubo alguien herido. Tampoco darán con el ladrón y tan siquiera intentarán encontrarlo. Representa demasiado papeleo y esfuerzo para un oficial veterano. Para decir más, probablemente, termine culpándote a ti por caminar por algún lugar donde pudieran robarte. El estado no es capaz de velar por tus intereses. También se ve en nuestras escuelas, en los hoyos de las carreteras, en el tiempo de espera en alguna agencia… en fin, todo lo que sea gobierno no sirve. La pregunta, entonces, es: ¿nuestro gobierno es legítimo? A veces, encontramos jerarquías más legítimas en comunidades más unidas. Sabemos de líderes comunitarios que se esfuerzan por ayudar a sus vecinos y gozan de una legitimidad mucho mayor que la del gobierno.
En Fortaleza, Arturo Ramírez, el gobernador que inventé, intenta lograr esa legitimidad. El nombre del personaje tiene una carga simbólica. Arturo, como el rey británico, creador de la Mesa Redonda y Camelot, y Ramírez como el primer y, hasta la fecha, único presidente de Puerto Rico, el del Grito de Lares. Inicialmente, lo concebí para que arreglara a Puerto Rico o, como la misma Junta, poner a los políticos corruptos e incompetentes en cintura. A mitad de novela, me di cuenta de que la solución no estaría en manos de una sola persona, por más íntegra que fuera. Utilicé, entonces, otra manera de darle el poder al pueblo otra vez, un tipo de insurgencia open source o de código abierto en la jerga de programación, que es lo que le da el giro hacía la ciencia ficción, a manera de especulación.
Este martes, todo apunta a que una gran parte de la ciudadanía puertorriqueña hará sentir su descontento con nuestra situación actual. Tal vez, el huracán María ayudó a cambiar nuestra manera de ver nuestro entorno. Desde aquel 20 de septiembre hemos visto las consecuencias de tener un gobierno incapaz de enfrentar los problemas serios que nos acechan, al igual que ser víctimas del coloniaje. Hay muchos factores involucrados en la causa de nuestros problemas actuales, como nuestra condición colonial y la falta de compromiso de parte de nuestros funcionarios, entre muchísimas otras causas. Sin embargo, debemos reconocer que cargamos con una porción de la culpa también. No hemos querido involucrarnos en la toma de decisiones que nos afectan, más allá de participar en elecciones. Debe ser obvio, a este punto, que no es suficiente y que debemos comenzar a establecer cuál será nuestra política como pueblo. Nos toca activarnos en nuestras comunidades y ayudar a salir de los funcionarios cuyo único propósito es lucrarse. La resistencia puede comenzar con la protesta del martes, pero no debe quedarse ahí. Debemos oponernos a aquellos que pretenden hacernos daño y comenzar a pensar que sí podemos determinar cómo hacer funcionar al país. Debemos oponernos a la Junta y el gobierno de la improvisación que se hizo más evidente desde el 21 de septiembre.
Hay quienes alegan que la Junta es un mal necesario y que sin ella y sus protecciones legales ya el país habría colapsado. Tal vez sea una de las posibilidades de lo pudiera suceder, pero ese tipo de pensamiento es el que nos mantiene arrodillados. El miedo a no determinar nuestro futuro, tomar nuestras decisiones y asumir las consecuencias nos paraliza. Ya es hora de sacudir esa mentalidad. Debemos tomar ejemplo de entidades como Casa Pueblo, que apostó a la autosuficiencia, y buscar la manera de emularlos en nuestro entorno.
No sé si la respuesta se halla en una insurrección como la de Fortaleza, pero lo cierto es que la manifestación del 1ro de mayo solo debe ser parte de nuestros primeros pasos hacia la autodeterminación. Si comenzamos a pensar y actuar en grande, terminaremos ejecutando en grande. Además, tanto los integrantes de la Junta como los del gobierno, deben comenzar a sentirse incómodos con lo que hacen. Si nos siguen forzando a pagar y a ser los más afectados en esta crisis, es justo que ellos también sientan los efectos de sus acciones. Porque al final de todo, cuando termine el cuatrienio o se nombre una Junta nueva, los que nos quedaremos somos nosotros. Ellos, no. Esos se montarán en el primer avión fuera de aquí, dejándonos el lío. Tenemos que meter mano nosotros, por más tedioso que sea. Se nos va la vida en ello.