El narco adolescente
A los catorce años, mis intereses en la vida eran cómics, películas, videojuegos, juegos de mesa y libros (y ahora que los listo, me doy cuenta de que no he cambiado tanto). Comenzaba a hacerles caso a las adolescentes con las que interactuaba y lo único que sabía de narcóticos era lo que veía en televisión y otros medios. Mi perfil mental de un narcotraficante era lo más estereotipado posible: un adulto callejero, malvado, de esos que se les hartaba a puñetazos en la ficción que veía y leía. A esos mediados de la década de los ochenta jamás habría imaginado que un adolescente, como yo lo era, podría ser un narcotraficante. The Trials of White Boy Rick, un reportaje investigativo publicado como un libro por el reportero Evan Hughes, detalla la vida de Richard Wershe Jr., que comenzó su vida entre los narcóticos cuando tenía más o menos catorce años.
Hoy día, después de bastante exposición al tema, no sorprende tanto la edad de Wershe, el llamado “White Boy Rick”, en sus comienzos en el negocio de las drogas ilícitas. Es un mal que la sociedad moderna comienza a atender y que aún le falta mucho por remediar. Por desgracia, aún tendremos para rato demasiados adolescentes en sectores marginados involucrados en el trasiego de drogas. Detroit es uno de los lugares que más sufrió durante los ochenta debido al narcotráfico. La llegada del crack tornó la ciudad en un campo de batalla por los puntos de venta del narcótico, tema que conocemos muy bien acá, en Puerto Rico. La peculiaridad de Wershe se evidenciaba en su nombre: era un adolescente narcotraficante de tez blanca que se paseaba entre colegas negros. En su corto tiempo vendiendo drogas, llegó a crearse una fama insólita en la ciudad de Detroit, al punto que hasta personas que no estaban vinculados al narcotráfico sabían de él y hasta se mencionaría en la música de Kid Rock, un rapero oriundo de Detriot en los noventa. Tal vez, nuestro punto de referencia sería Ángelo Millones, pero blanco y adolescente. Sin embargo, lo que se sabía de su vida no era nada muy fuera de lo normal, salvo su edad y color de piel. Sucede que nadie se preguntaba cómo llegó a ser tan notorio.
De primera instancia, el reportero Hughes tampoco vio nada muy interesante en el caso, con la excepción de una alegación de parte de Wershe: que fue un informante confidencial del FBI, la DEA y la Policía de Detroit. Hughes admite que las alegaciones sonaban descabelladas: Wershe había sido enjuiciado y convicto, y nunca se mencionó nada acerca de su supuesta colaboración con las autoridades. Lo único que llamó la atención del reportero fueron las palabras de un agente retirado del FBI, que decía que el caso de Wershe representaba un grave abuso de poder y corrupción política. Esas palabras dan pie a la investigación de Hughes, que habla con narcotraficantes, políticos, policías y agentes federales involucrados en el caso, y hasta con el mismo Wershe. Poco a poco, el autor nos revela lo que hace el caso interesante: las autoridades fueron quienes auspiciaron el ascenso de White Boy Rick en el mundo de los narcotraficantes de Detroit y luego lo abandonaron a su suerte. Hughes juega un poco con la cronología de los eventos y decide mostrar primero la versión oficial; luego, la de Wershe, y, finalmente, lo que reveló su investigación. Su reportaje crea sorpresa, a pesar de que son hechos que ya se pueden encontrar en el ámbito público. Incluso, uno tiende a suprimir el deseo de meterse en Google y buscar cómo terminó todo, solo por darle la oportunidad al autor a que termine la historia a su manera.
El tema ha captado el interés de Hollywood y ahora mismo se presenta la película titulada con el apodo de Wershe. Yo había conseguido el libro hace unos años, pero no lo abrí hasta esta semana cuando el título de la película me sonó familiar. Evan Hughes, en su cuenta de Twitter, dice que no tiene nada que ver con la película y añade que utilizaron su trabajo sin su consentimiento. Sin duda, el trabajo del reportero hará que los lectores desistan de interrumpir la lectura. Además, abre la puerta para reflexionar acerca de nuestra situación local y cuántos abusos de poder semejantes al ilustrado en The Trials of White Boy Rick podríamos encontrar. La respuesta podría ser espantosa.
The Trials of White Boy Rick
Evan Hughes
Atavist, 2014
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 16 de 2018.