En memoria de Cristina Morán

No recuerdo cómo llegué ni si buscaba la tienda o no. Apenas recuerdo cuándo fue, pero estimo que era el 1997 o 1998. Llevaba poco tiempo de regreso en la Isla y por casualidad llegué a Metro Cómics en San Patricio Plaza. Allí, la dueña de la tienda, Cristina Morán, me recibió amablemente y desde ese momento fui un cliente fiel a la tienda. Lo cierto es que hoy día no leo tantos cómics como en aquel entonces (me cansé de que casi todos sean de superhéroes), pero siempre iba al menos cada dos meses. Cuando comencé a publicar, Cristina fue de las primeras en comprar ejemplares de mi novela para ponerla a la venta en su tienda. Hasta me invitó a ser parte del «Free Comic Book Day» para darme a conocer entre los fanáticos del cómic en Puerto Rico.  Cuando nació mi hija y luego comenzó a ir a la tienda conmigo, Cristina le regaló su primer cómic para que se interesara en el género.

Luego de leer otras memorias de amigos y clientes de la tienda, no me cabe la duda que su generosidad hacia mí no era única, sino que era así con todos.

Foto tomada de Quiibo

Generalmente, cuando alguien muere, se le recuerda todo lo bueno y si no existe, pues se inventa. En el caso de Cristina, no hay que inventar nada y hablar de sus bondades probablemente tomaría varios meses. Nos ha dejado un legado en la memoria de cada uno de los que entramos en esa tienda por su amabilidad y entusiasmo, además de su sentido genuino de buena fe. Ir a Metro Cómics era como visitar un viejo amigo, tal vez porque Cristina era amiga de todos nosotros.

Ayer me enteré de su muerte. Me fue inesperada, aunque hacía tiempo que no la veía en la tienda debido a que había estado enferma. A pesar de que no estaba en la tienda, sí sabía que se comunicaba con los empleados y parecía bastante activa.

Solo me toca unirme al dolor que sufrimos los que la conocimos, además del que sufren su esposo e hijos. Para ellos es importante que sepan que Cristina guarda un espacio especial en la memoria de todos nosotros y que también nos ha tocado sufrir su partida. La amabilidad que demostró en sus días ha de ser un ejemplo para emular.

Que en paz descanses, Cristina.

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