Ocho vistas a Cangrejos
Quien ame Santurce profesa un amor genuino. Es una parte de la ciudad de San Juan que tiene su propio carácter y encanto, pero que no se hace fácil de querer. Si deseas disfrutar de un rumbón en el Bonanza, tienes que estar dispuesto a buscártelas para estacionar el carro, darles dinero o ignorar a los mendigos en busca de su cura y no escandalizarte con los adolescentes y preadolescentes que transitan las calles en sus bicicletas, entre un sinnúmero más de experiencias únicas del sector. A Cangrejos, el nombre original de Santurce, no le importa lo que te incomode; te toca ti lidiar con ella, no viceversa. El libro de crónicas Santurce y 8 crónicas de viaje, editado por Armindo Núñez Miranda, nos permite diferentes puntos de vista de distintos sectores de esta parte de San Juan.
Comienza con una crónica de Luis Trelles Hernández que nos permite perseguir y observar a Carmelito, un adicto a heroína que pasa su tiempo entre un centro de acopio de metales en Tras Talleres hasta el punto, donde puede comprar su narcótico ilícito que simplemente necesita para subsistir. Es una historia muy reveladora que explica cómo funciona tanto la vida de lo que coloquialmente se le conoce como tecato, hasta el mercado global de metales y sus consecuencias en las urbes, específicamente en Puerto Rico.
Le sigue Hermes Ayala Guzmán, que nos cuenta cómo prosigue la vida dentro del residencial Luis Llorens Torres luego de que se lograra cierto tipo de paz entre las pandillas de narcotraficantes en la zona. Es también una reflexión de cómo la sociedad logra marginalizar y demonizar a la llamada clase pobre. Carla Cavina Meléndez nos lleva por los mangles de Piñones, el caño Martín Peña, la laguna San José y otros cuerpos de agua para mostrarnos la vida de los pescadores. Además, muestra cómo las comunidades que hacen orilla a estos cuerpos de agua sienten el impacto de los deshechos que producen otras comunidades aledañas, de clase media y alta, sin que nos demos cuenta de ello.
El deporte, específicamente el béisbol, toma protagonismo en la crónica de Pedro Zayas Roura, que nos cuenta la historia de los Cangrejeros de Santurce. De igual manera, enseña otras actividades deportivas que han sucedido a través del tiempo, como las carreras de caballo que se llevaban a cabo en el antiguo hipódromo que había en Santurce, aunque hoy día no se sabe con exactitud dónde. Por su parte, Mariana Reyes Angleró relata la historia del mencionado Bonanza en la calle Eduardo Conde y la importancia de la plena de Ismael Rivera (Nota: en la edición impresa, cometí el error de usar el apellido Miranda en vez de Rivera. Sé la diferencia entre ambos, pero por alguna razón siempre me confundo con los apellidos. Pido disculpas y doy gracias a Pepe Muñoz, que me corrigió). Otra faceta de la historia musical santurcina toma protagonismo en el escrito de Hiram Guadalupe Pérez, que explica la vida e historia del bolero y cómo este género musical se desarrolló en Cangrejos.
Manuel Clavell Carrasquillo y Herminio Rodríguez muestran el lado LGBT de la ciudad durante la noche Halloween. El espectáculo carnavalesco lo ilustran el primero con sus palabras y el segundo con la lente de la cámara en un recuento casi tan embriagador como las bebidas que se venden en las barras y los quioscos del sector.
La situación de la transportación pública es el encargo de Laura Moscoso Candelas. En su escrito no solo presenciamos las diferentes rutas (algunas eficientes, otras con las cuales se pueden mandar a buscar la muerte) de los autobuses de la AMA, sino que también veremos las escenas folclóricas y bastante únicas que se desarrollan en estos viajes.
Edwin Quiles Rodríguez cierra el volumen con un epílogo que astutamente describe las condiciones de la ciudad a nivel peatonal. La compara como un libro que los peatones pueden “leer” con sus pasos y observaciones. Sin embargo, la lectura de la ciudad según la describe el autor muestra más tristeza por la falta de planificación y la insistencia de revitalizar el sector sin contar con la gente que la habita.
El recorrido textual en este libro permite que los lectores vivan parte de la experiencia santurcina. Es, de momentos, una celebración de la ciudad y, a la vez, una reflexión nostálgica de lo fue y puede ser. Es claro que los habitantes, presentes y pasados, amamos a Cangrejos, con todo lo bueno, malo y raro que contenga. Es por eso que tanta pena nos causa que gobernantes y grandes intereses solo busquen lucrarse de la ciudad, sin idea alguna de lo que es habitarla. Tal vez si leyeran este libro lograrían comprender.
Santurce y 8 crónicas de viaje
Editado por Armindo Núñez Miranda
Museo de Arte Contemporáneo, 2018
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en marzo 31 de 2019.