Misceláneas breves
La portada de El abismo inventado, el libro de narraciones del puertorriqueño Javier Febo Santiago, muestra a un hombre empujando lo que supone ser una piedra redonda a la cima de una colina. El hombre ha de ser Sísifo, un antiguo rey en la mitología griega, al que Zeus castigó con la condena de empujar el peñón por toda la eternidad. Antes de llegar a la cima, la piedra rodará hacia atrás nuevamente y el antiguo monarca se verá forzado a empujar otra vez y otra vez. Tal vez la imagen sea una metáfora de cómo es la vida para un escritor: se pasa todo el trabajo del mundo escribiendo alguna obra, solo para volver al principio con la próxima. El libro de Febo Santiago contiene 55 narraciones cortas, así que, como poco, empujó el peñón de la literatura esa misma cantidad de veces para publicar este libro.
Menciono que son narraciones, porque muchos de los escritos son difíciles de catalogar. Algunos son cuentos y otros parecen más introspecciones de los personajes que se encuentran en el tomo. Por ejemplo, “Revelaciones”, un minicuento de menos de una página, relata la advertencia de Dios a un hombre acerca de un terremoto. El hombre se pregunta qué ha sucedido con la revelación, pues la catástrofe no acaba de suceder. Esto le da un giro irónico a la corta narración y provee su conflicto. Otros, como “De matar y otros demonios”, nos lleva dentro de la mente de un sicario, pero ahí queda todo. Muestra la filosofía del personaje y sus cuestionamientos hacia la sociedad, sin trama ni conflicto.
Hay cinco partes en el libro y cada una sigue un tema general. La primera parte es una mezcla de excesos de alcohol y vuelos literarios en que los protagonistas hablan con personajes como Woody Allen y Nicanor Parra, o se pierden en borracheras. En la segunda parte presenciamos narraciones que involucran la fe; los personajes batallan con sus creencias y cómo reconciliarlas en sus vidas, como sucede en “La fe”. La tercera parte cubre temas del desamor y sus consecuencias, mientras que la cuarta parte trabaja con temas más sueltos, como misceláneos. La última parte, y la más corta, con cinco narraciones, parece más bien un epílogo y despedida del autor hacia los lectores.
La manera en que la obra está presentada me recordó al formato de los blogs, que se caracterizan por sus entradas cortas (generalmente) de temas dispersos y diversos. El abismo inventado funciona así. De momento, lees un cuento, luego lees una introspección de un dueño de restaurante y de ahí pasas a un párrafo que destila un pensamiento más filosófico. Lamentablemente, esta edición sufre de descuidos ortográficos que pudieron evitarse con una revisión más rigurosa. A veces, hay comas donde no van, se separa el verbo innecesariamente, o tildes que faltan o sobran. Son descuidos que una editorial no puede darse el lujo de pasar por alto.
El abismo inventado muestra tal vez la visión de mundo de su autor, a través de personajes variados, que sufren de trastornos peculiares. A veces, actúan en el mundo que viven, otras solo piensan en voz alta, por así decirlo. La tarea sisifalesca de la literatura se evidencia entre sus páginas.
El abismo inventado
Javier Febo Santiago
Editorial EDP, 2019
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 2 de 2019.
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