En 2013 publiqué mi novela Fortaleza, que contemplaba cómo podría llegar un líder honesto y traer alguien digno a dirigir a Puerto Rico. Mientras escribía, me di cuenta de que solo el pueblo podría lograr esta hazaña y así surgió el personaje de Diana Herrera. Diana era una protesta de pueblo abierta cuyo propósito era desestabilizar el gobierno en rechazo a la clase política. Pasaron años y no vi señales de que ese levantamiento sucedería, aunque logré ver par de sacudidas, como los resultados de las elecciones de 2016, en que Ricardo Rosselló ganó con solo 42% de los votos.
Sin embargo, en 2017 nos azotó el huracán María. Tanto el gobierno de la Isla como el de los Estados Unidos fueron inefectivos a la hora de socorrer a los ciudadanos. Por tanto, las mismas comunidades buscaron la manera de sobrevivir. Por un momento pensé que despertaríamos de nuestro conformismo, pero ese despertar fue limitado a solo los sectores más unidos. La vida siguió, las cosas empeoraron a un ritmo normal, más gente se fue de las isla, más derechos se perdieron, cerraron escuelas… y así todo hasta el verano de 2019.
No sé qué exactamente fue lo que el pueblo leyó en el chat que nos indignó. A lo mejor fue que confirmamos la hipocresía que siempre hemos sospechado de la clase política. Es posible que hayan sido los comentarios misóginos, racistas, homofóbicos y clasistas, o a lo mejor fue burlarse de los muertos de María. Tal vez, fue todo. No importa qué fue, en realidad. Lo esencial es que despertó al pueblo.
El analista John Robb, de Global Guerrillas, ha estudiado estos movimientos desde principios del milenio. Él lo describe como un movimmiento open source, que origina y se desplaza orgánicamente. No tiene líderes, las ideas se lanzan y las que gustan pegan. Si funcionan, siguen, y si no, se descartan. Todo se da bajo una premisa sencilla y unificadora. En nuestro caso es «Ricky Renuncia». Es algo muy posible de lograr y todo el mundo está de acuerdo. No se detendrá hasta que el gobernador dimita. Solo se hará más grande con el paso del tiempo. El gobierno no podrá negociar con el movimiento porque no tiene líderes. Lo único que puede hacer es renunciar.
Como en mi novela, el pueblo se une bajo una meta común, pero una vez se logre esa unidad se perderá. Hasta ahí llegará la cohesión del movimiento, a menos que otro lo provoque. Tal vez las maniobras políticas del PNP termine agitando las llamas y esto continúe. No sé aún. Sin embargo, después de esta victoria, algo habrá cambiado. Seremos un ejemplo vivo de lo que sucede cuando un pueblo se levanta. Ahora mismo, el resto del mundo nos admira. Tan cerca como el mes pasado, la pregunta «¿Por qué los puertorriqueños no se levantan?» era válida. Ahora mismo es absurda.
Esta generación ha descubierto a la mala que nosotros mismos somos capaces de lograr grandes cosas. La temida dictadura vino bajo un sistema colonial, que disfraza su corrupción. Ya sabemos cómo operan y se les hará mucho más difícil engañarnos. Sacaremos a Ricardo Rosselló nosotros mismos, sin ayuda de los federales. Por demasiado tiempo nuestra autoestima ha sido golpeada, pero desde este punto en adelante comenzará a aumentar.
Nos dimos cuenta de que podemos, que es lo más importante. Es semejante a escribir: una vez terminas tu primer cuento, novela, poema, canción o libreto, sabes que puedes escribir y terminar otro. Después de Rosselló habrá que repensar cómo nos gobernaremos. El cambio se tardará más que lo que tardamos en sacar a Rosselló, pero se dará, que no quepa duda. Los partidos PNP y PPD están apostando a que luego de la dimisión, todo volverá a la normalidad. Están muy equivocados. Pero no me crea a mí: solo siga los sucesos antes, durante y después de la salida de Ricardo. Ya perdimos el miedo, que es lo importante.
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