El terapista milagroso
A cada rato vemos o escuchamos el mismo escenario: artista famoso se sale de sus cabales debido a alguna adicción (alcohol, sexo, drogas o las tres) y acude a una clínica de rehabilitación por un tiempo. En muchos casos, estos centros de rehabilitación son mansiones lujosas en Malibú con spa, yoga y tranquilidad para los pacientes, que reciben la atención de terapistas profesionales. Hay hasta programas de televisión tipo reality dedicados a estos temas y han creado celebridades de algunos de estos terapistas. Bad Therapist del reportero Evan Wright, mejor conocido por ser el autor que inspiró la serie Generation Kill de HBO, es un reportaje investigativo que se centra en Christopher Bathum, un famoso terapista en Hollywood conocido por lograr milagros con sus pacientes en esos círculos. Este, sin embargo, era un fraude de proporciones legendarias.
Wright comienza a narrar la investigación con la historia de Rose Stahl, exesposa del actor Nick Stahl, que era la asistente de Bathum y lo denunció a las autoridades por fraude. Rose comenzó como paciente de Bathum cuando trataba de salir de su adicción a las metanfetaminas. La mujer sintió una verdadera admiración hacia el terapista hasta que descubrió que él mismo era usuario de drogas. No sería la única mentira que descubrió. Bathum, a pesar de su reputación como terapista, no tenía ningún tipo de licencia ni estudios médicos. El milagroso “terapista”, antes de entrar en el negocio de la rehabilitación, limpiaba piscinas y vivía en una pequeña casa en las montañas con su esposa y tres hijas. Allí tenía que matar serpientes cascabel antes de dejar que las niñas salieran al patio a jugar. Además, tenía un negocio de hipnotismo por teléfono que montó luego de tomar un curso de ello. Por medo de una amistad, se dio cuenta de una oportunidad en el área de rehabilitación de adictos: abrir una casa sobria. A diferencia de un centro de rehabilitación, estas casas no necesitan la dirección de un profesional de la salud en el estado de California. Ese estado implementaba leyes para regular dichas casas, pero las leyes federales del Affordable Care Act les brindaba libertades y privacidad a estas empresas. Así, un tipo como Bathum podía albergar seis adictos en una casa —lo máximo permitido por la ley— y cobrarles unas rentas exorbitantes. Los llevaba a reuniones de Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos a manera de terapia. En poco tiempo, Bathum comenzó a ganar cantidades de dinero que jamás había visto en sus 47 años de vida, algo así como nuestros “amigos” de campañas políticas que luego ascienden a puestazos en el gobierno.
Bathum expandió su negocio gracias a su carisma. Creó todo un personaje que fomentaba la admiración y lealtad de sus pacientes, que luego convertía en empleados. A la vez, engañaba a las aseguradoras de sus “pacientes”, comenzó a usar drogas y a sostener relaciones sexuales con sus pacientes mujeres a cambio de drogas y dinero. Estos actos terminaron llevando a la tumba a varios, ya que al recaer en el uso de lo que más los afligía muchas veces terminaban en sobredosis.
Evan Wright juega con la secuencia en que cuenta los hechos para que la historia de este señor atrape a sus lectores. Se nota cómo intenta mantener objetividad de lo sucedido, mientras muestra las leyes y situaciones que permitieron que Bathum pudiera perpetrar sus alegados crímenes. Al final, los lectores vemos que, aunque Bathum carga con la culpa de sus fechorías, también hay que tomar en cuenta que la salud como negocio y la manera en que hemos, como sociedad, tratado con la adicción, permiten estas tristes y lamentables situaciones. Wright muestra que la corrupción se encuentra donde quiera que exista una oportunidad de ganar dinero a costa de la falta de integridad.
Bad Therapist
Evan Wright
Amazon Publishing, 2019
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en julio 7 de 2019.