Revivir la revolución
“A poco, había allí varias decenas de miles. Y miles de personas no son una manifestación estudiantil, no pueden dispersarse a porrazos”. Estas dos oraciones resumen mucho de la obra que reseñaré hoy. A primera vista, podríamos pensar que se trata de los acontecimientos del Verano 2019, aquí en Puerto Rico. En algún momento, la Policía o los representantes del Gobierno de Puerto Rico tuvieron que darse cuenta de lo que describe ese pasaje de esta obra. Sin embargo, 14 de julio, del escritor francés Éric Vuillard, no tiene nada que ver —directamente— con los acontecimientos que vivimos el mes de julio, sino que trata de la toma de la Bastilla en 1789.
Traigo el tema nuestro no por ser insular, sino porque hay semejanzas entre lo que vivimos y lo que el autor muestra de los inicios de la Revolución francesa. El libro cuenta los sucesos que llevaron a la toma del fuerte de la Bastilla, utilizada por el estado como prisión de prisioneros políticos, al igual que la secuencia de acciones que ocurrieron aquel día. No obstante, no es una novela histórica o, al menos, no es una novela histórica tradicional. En ese tipo de novela se dramatizan los hechos utilizando personajes protagónicos, tramas estructuradas y puntos de vista particulares. En 14 de julio, Vuillard descarta muchas de estas técnicas. Sí se dramatizan los hechos históricos, pero no hay papeles protagónicos ni una trama estructurada alrededor de un conflicto dramático que un personaje debe resolver. Aquí, los personajes entran y salen de escena, de manera caótica. Los soldados matan a un zapatero, por ejemplo, que el autor ha descrito y nos ha suplido con su historial (donde nació, si era casado, etcétera) y su historia termina cuando le rebuscan los bolsillos, desechado con los demás cadáveres. Un carpintero consigue un cañón para abatir la fortaleza, se nos muestra cómo vivía antes de esta revuelta, dispara el cañón y queda olvidado por el resto de la lectura. La lectura funciona como una representación cinemática, llena de escenas individuales que contribuyen a ilustrar los sucesos.
El autor narra desde una perspectiva contemporánea, además. Presenciamos los sucesos históricos, pero sin jamás olvidarnos de que vivimos en el siglo XXI y no en el XVIII. Es casi como presenciar una buena clase de historia en que se intenta concienciar las diferencias entre las diferentes épocas. Se nota la preocupación del autor en no otorgarles papeles protagónicos a ningún particular, sino al pueblo en su entereza. Miles de personas arrasaron la fortaleza de la Bastilla, lincharon a su gobernador y quemaron cuanto registro y papel oficial encontraron. Más que explicar por qué y cómo sucedió, Vuillard lo muestra. Vivimos lo difícil que era para un ciudadano francés en aquella época pagar la renta y poder comprar comida, ya que los patronos habían decidido, con el aval del estado, bajarles sus salarios. A la vez, la aristocracia, para mantener sus banquetes lujosos y estilo de vida extravagante, incrementa los impuestos a los ciudadanos (estos mismos aristócratas no pagan impuestos, por cierto). Vemos la primera protesta, su sangrienta represión y la ola que culmina con la toma de la Bastilla ese 14 de julio de 1789. Las comparaciones del pasado con el presente de parte del mismo autor abundan. De ahí a pensar en lo que sucedió aquí en julio, lo que sucede ahora en Hong Kong, Kashmir e Inglaterra es un paso más que lógico.
La obra no carece de algunos problemas, sin embargo. A mitad de narración hay una pausa en los sucesos para nombrar ciudadanos que participaron de alguna manera en la revuelta. Esta lista acaba con la fluidez que llevaba la obra hasta ese punto y jamás se recobra. Gente entra y sale de escena y es difícil visualizarlos, ya que nunca los conocemos en realidad. Es una técnica que funcionaría mejor en una representación visual, como un filme o un cómic. En prosa, es demasiado difícil para seguir. Aparte de este detalle, la obra invita a la reflexión y nos deja con la expectativa de que tal vez estemos a punto de presenciar otra toma de la Bastilla pronto. De cierta manera, Puerto Rico ya lo hizo. Les toca a los demás.
14 de julio
Éric Vuillard
Tusquets, 2019
Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 1 de 2019.
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