Reseña: El verano de la carne de león

La banalidad de la comida

A pesar de ser una necesidad básica, el acto de comer puede ser bastante banal para un porcentaje de la población. Si no comes, mueres. Eso le digo a mi hija de seis años cuando rehúsa comer el plato que me esmeré preparando. Evidencia de esto existe dondequiera, desde el perro callejero que hurga en la basura por algún sustento, hasta el niño de escuela cuyas únicas comidas las consume en el comedor escolar. La gente mata por hambre. No obstante, la comida y su preparación también puede ser de lo más frívolo que se haya visto. Podemos verlo en restaurantes finos donde las porciones son minúsculas, pero pagas por ellas lo que se le paga a un cocinero por la jornada de trabajo completa. También lo vemos en la cantidad de comida no comprada que se echa al zafacón en supermercados, cafeterías y restaurantes, por mencionar solo algunos ejemplos. El verano de la carne de león, de la escritora Tere Dávila, toca el tema de la comida en el diario vivir puertorriqueño en tres crónicas-ensayos incluidos en este volumen.

La primera crónica lleva el mismo título del libro y trata de un verano, cuando la autora era universitaria en Cambridge. La cronista cuenta cuando se perdió en la vecindad donde vivía y terminó por error en una carnicería gourmet, mucho antes de que ese tipo de negocio cobrara la popularidad de hoy. En la carnicería se vendía (y parece que aún es así) carne de oso, pitón, pingüino y león, entre otras carnes exóticas. La experiencia da paso a una reflexión acerca de lo que hoy llamamos artes culinarias y algunas tradiciones comestibles interesantes, como el consumo de sesos de mono o el de tentáculos de pulpo vivo. Todo redunda en el regreso al área donde vivió aquel verano, ya más cerca de nuestra época, en que todo ha cambiado como uno esperaría: cafés, foodtrucks, cervezas artesanales y demás. Dávila salpica la narración con notas al calce informativas y humorísticas, que van a tono con el resto del escrito y que logran convertir una situación mortal en una anécdota casi cómica.

“Olla de presión”, la segunda, es una mezcla entre memoria y crónica. Una comida preparada en la casa de la narradora entre ella y un nuevo interés amoroso da paso a debatir el rol que la sociedad espera de la mujer en torno a la cocina. A la vez, la lleva a recordar a las diferentes mujeres en su pasado y cómo manejaban el tema de cocinar. Recuerda a Genara, la empleada de la familia que confeccionaba platos con una destreza propia de chefs, y a Ana Tía (así se llamaba) y sus experimentos con helados artesanales con ingredientes poco comunes (como precursores a los de la heladería de Lares, con sabores de ajo o arroz con habichuelas, datos mencionados por la autora). Los recuerdos se intercalan con la desventura de la pareja en la cocina de manera humorosa.

Por último, está “Santurce sin reservaciones”, que es una radiografía de la escena culinaria del barrio de San Juan. Aquí se mencionarán lugares de alta cocina, como José Enrique y Santaella; lugares tradicionales, como La Casita Blanca; la selección amplia que se encuentra en la calle Loíza; y la moda de los foodtrucks en la última década. Se discute, además, el impacto que han tenido estos lugares de comida en su entorno.

Como siempre, la narración de Tere Dávila es amena y divertida, con su particular sentido del humor. El tema también es amplio e invita a leer (¿a quién no le gusta comer?) y gira en torno a temas y opiniones cotidianos (¿cuál es la mejor lechonera o dónde venden el guanime más rico?). Ahora bien, aquí se habla de la comida como manera de entretenimiento para gente que pueda costear una cena lujosa y no como necesidad, hecho constatado desde el título. El libro es una entretenida celebración a la banalidad de una necesidad.

 

 

El verano de la carne de león

Tere Dávila

ICP, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 29 de 2019.

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Agradecidos

Agradecidos

 

Agradecidos hoy hacia el pavo

que tuvo la nobleza

de sacrificarse por nuestra hartera.

 

Seamos agradecidos de los indios

que cedieron a los colonos europeos

sus campos de caza

su manera de vivir

su raza

sus casas.

 

Agradece al minero boliviano

sin él no tendríamos

teléfonos inteligentes

ni baterías recargables.

 

Gracias al niño vietnamita

cuya inocencia dejó

para que tengamos camisetas

a cinco noventa y nueve

en especial de negro viernes.

 

Les damos gracias a los políticos

que permiten que los ricos

mejoren su caudal

y permitan que las corporaciones

hagan lo que quieran.

A nosotros nos da igual.

 

Hay que agradecer

a quien hoy trabajó

pago con salario mínimo

horas precarias

y cero beneficios.

 

Demos gracias a todos nosotros

que comemos, bailamos y cantamos

y así ignoramos todo lo que cuesta

ser agradecidos.

 

 

 

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Reseña: Girl Like a Bomb

Sexo explosivo

Si tuvieras un poder que sacara eliminara los aspectos negativos de las personas, convirtiéndolas en gente ansiosa por hacer el bien, ¿lo usarías? Presumo que quienes leen mis reseñas son personas de bien, así que estoy seguro que la respuesta es . Pero ¿qué tal si ese poder solo se manifiesta al tener sexo con la persona que deseas ayudar? La novela Girl like a Bomb, de la estadounidense Autumn Christian, se basa en esa misma premisa, solo que la protagonista desde temprano decide que ayudar a los demás será su llamado.

La historia comienza con Beverly Sykes en un pequeño pueblo en el estado de Michigan, La joven es una adolescente de quince años decidida en perder su virginidad. Para ese fin, asiste a una fiesta y conoce a un muchacho de mala reputación, llamado Spider, que la lleva a un lugar solitario. Bev, como le llaman sus amigos, logra su cometido, pero junto con su climax ocurre un tipo de explosión u onda de fuerza entre ellos —al menos, así lo describe ella—. Una vez despierto por completo su apetito sexual, Bev comienza a tener más relaciones pasajeras y en todas ocurre el mismo fenómeno explosivo. La chica no pretende tener novio ni enamorarse; su único propósito es tener sexo con chicos distintos frecuentemente. Como ha de esperarse de una escuela en un pueblo pequeño, Bev se gana una reputación, primero como una muchacha dispuesta a tener sexo con cualquiera, pero luego, de que “arregla” a las personas después de acostarse con ellas. Spider, que andaba deprimido por la vida, encuentra su propósito y consigue trabajo trabajando con animales. Cuando Bev se encuentra con él por casualidad, casi ni lo reconoce por el cambio drástico en apariencia y manera de ser. El chico le da las gracias por expulsar lo “oscuro” que tenía dentro de él. Según investiga en Facebook y otras redes sociales, lo mismo les ha sucedido a todas las demás personas con las que había tenido relaciones. A veces encontraban pareja o empleo, otras veces mejoraban sus notas en la escuela o salían de su depresión. Hasta una chica que se cortaba cuando Bev se acostó con ella logra vencer su tendencia a la automutilación y funda una organización para ayudar a otras personas con el mismo problema. La protagonista se ve involucrada en un evento traumático cuando alguien la viola, lo que provoca que huya del pueblo y deje atrás a su madre.

El texto se divide en partes según la edad de la protagonista (15, 18, 21, 24, 25 y 30 años) y la etapa personal que vive. Bev intentará ayudar a la mayor cantidad de personas posible con su poder vaginal lo que la llevará a tener aciertos y fracasos. Tal vez se puede visualizar como una superheroína, tipo Súperman, pero con un poder muy distinto a tener una fuerza sobrenatural o poder volar.

Como ha de esperarse, la novela tiene un alto contenido sexual, pero no parece ser erótica. Las escenas de sexo se describen como se describiría una pelea a puños. La trama contiene muchos giros inesperados y llega el punto en que uno sabe qué esperar de las aventuras de Bev. A pesar de ser una premisa fantásticamente absurda, la autora logra manejar el tema de manera creíble. Tiene algunas premisas ingenuas, como la de mostrar al gobierno de los Estados Unidos como los policías del mundo, típico del sentido de excepcionalismo estadounidense, al cual estamos expuestos constantemente por los medios de esa nación, y el cliché del dictador latinoamericano, cual discurso de fotuto51, que defraudan ante el resto de la trama, pero la novela en su conjunto logra entretener y causa reflexión.

Posiblemente, no sea una lectura para cualquiera, pero si anda en busca de algo diferente en su ciencia ficción o literatura fantástica, Girl like a Bomb es una opción en esa dirección.

 

Girl like a Bomb

Autumn Christian

Clash Books, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 22 de 2019.

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Episodio 7 de In media res, con Alejandro Álvarez Nieves

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Cinco textos para conmemorar el Día de Acción de Gracias

Para los puertorriqueños, el Día de Acción de Gracias es el inicio oficial de la Navidad. Desde principios de noviembre ya estamos en esa onda de querer asar lechón, preparar arroz con gandules y beber coquito, pero ese cuarto jueves del mes es la fecha oficial.

En la historia oficial, los indígenas americanos, en específico la tribu wampanoag (gente del este), compartieron un banquete con los colonos anglosajones en Plymouth, que celebraban la cosecha, para el 1621. Pudieron convivir por un tiempo, pero entre más colonos llegaban, más terreno querían y las fricciones entre colonos e indígenas aumentaron, hasta que comenzó la guerra del rey Felipe (un jefe wampanoag que cambió su nombre indígena a uno europeo, por eso de promover la aceptación cultural… se arrepintió luego). Los estadounidenses celebran a los wampanoags hoy día porque los indígenas se aliaron con los colonos que estaban en contra de la corona inglesa. Ese banquete inicial es el comienzo del Día de Acción de Gracias. Sin embargo, nunca se menciona las masacres perpetuadas por colonos de ascendencia inglesa y luego por el gobierno de los Estados Unidos, que comenzaron antes de que terminara ese siglo XVII.

El primer texto que recomiendo, entonces, es A People’s History of the United States, de Howard Zinn, especialmente el primer capítulo que detalla la llegada de Colón a América y el trato hacia los indígenas tanto por el navegante genovés, como a Pizarro, Cortés y los colonos en lo que hoy se conoce como los Estados Unidos de América. Para quienes solo saben de la historia de ese país a través de lo que enseñan en las escuelas y lo que se ve en películas, la lectura será muy reveladora.

Segundo en la lista es «La carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos«. Se trata de una carta que le envió como respuesta el jefe Seattle a presidente Franklin Pierce en el siglo XIX. Las primeras líneas leen así:

El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

foto de John Henderson: https://www.flickr.com/photos/jbhthescots/4483254629/

Se nota que el Jefe sabía ya cómo operaba el gobierno y no es para menos. Los indios eran oponentes formidables para los colonos y, luego, los ejercitos estadounidenses. Conocían la tierra que habían habitado por tanto tiempo y eran bravos y listos a la hora del combate. Combatirlos, aun con mejores armas que las que poseían ellos, era asumir un riesgo mayor y era imposible esclavizarlos. Así que la estrategia consistía en simular algún tipo de acuerdo de paz y luego traicionarlos. Es una estrategia que el gobierno de los Estados Unidos usa hasta el sol de hoy.

Además de dejarle saber a Pierce que no eran tontos, el Jefe Seattle advirtió lo que sucedería con los recursos naturales si los blancos procedían a «desarrollar» esas tierras. La carta termina así:

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.

Se habla mucho de Nostradamus, pero el Jefe Seattle sí predijo el futuro.

Si has leído hasta aquí, te diste cuenta de que esta lista no tiene que ver mucho con ser agradecidos. Lo lamento, pero hay que sacudir ciertos mitos de benevolencia estadounidense. «Ah, pero los grandes gobiernos siempre oprimen a alguien. No es un crimen único de la nación norteamericana», me dices. Cierto, pero ¿quién más hace una parada frente a Macy’s para esconder atrocidades?

La próxima lectura es una novela que si me lees con algún tipo de regularidad, probablemente te canse verla mencionada otra vez. Se titula Ahora me rindo y eso es todo, del mexicano Álvaro Enrigue. Escribí esta reseña y este otro texto acerca de ella. Como ya he escrito lo suficiente de ella, brevemente explico por qué es parte de la lista: ilustra la vida entre los Apaches, cómo vivían con los mexicanos y los estadounidenses, y el final de una gente orgullosa de sí misma.

El cuarto texto es un poema de William S. Burroughs, titulado «Thanksgiving Day, November 28, 1986«. En el enlace pueden leerlo en inglés o so traducción al español. Se trata de un poema que expone la hipocrecía de que una nación tan excluyente dé gracias, aún cuando el país da muestras de tanta intolerancia y violencia. Aunque escrito en el siglo pasado, se puede aplicar a este siglo XXI. Existe en YouTube una grabación del autor declamando su poesía.

El último texto es uno que no he leído aún. Se titula There, There, de Tommy Orange, autor indígena, y es una novela ambientada en una reservación para indígenas. Hice una búsqueda en Amazon con la palabra Thanksgiving y salió esta novela. Una de las reseñas alega que me «dañará el Día de Acción de Gracias», pero que vale la pena. Mi asignación, entonces, es leerla antes de la masacre de los pavos.


Bono: Hay una obra de teatro escrita por Larissa FastHorse, titulada The Thanksgiving Play / What Would Crazy Horse Do?. Digo, creo que es una obra teatral; es posible que sea novela. Sin embargo, no sale hasta diciembre de este año. Tan pronto la baje la leeré. Tal vez pueda comentarla para el Día de Acción de Gracias de 2020.


Disfruten del día, sean agradecidos de un año más con vida junto a sus seres queridos, pero no deje que la injusticia le sea indiferente, como cantaba León Gieco.

Reseña: Vitrinas

Detrás de la vitrina

Esta semana le toca el turno a Vitrinas, una colección de cuentos de la novel autora puertorriqueña Yasmarie Hernández González.

En esta colección, Hernández González publica trece relatos de temas dispersos. “El sabor del mes” es uno de ellos. Trata de un hombre que se enamora de una artista que considera el sexo como fuente de placer, con pocas ataduras emocionales. Otro de los cuentos es “Vitrinas”. En esta historia, una niña se obsesiona con una muñeca que ve en una vitrina. “El adiós martirizado”, por su parte, cuenta la venganza de una mujer que ya no soporta la indiferencia de su novio adicto, mientras que “El matiz oscuro del deseo” trabaja con una joven esposa extremadamente atraída sexualmente por su cuñado.

En “Esperanza caída”, la autora explora una voz y punto de vista mexicanos, y cuenta las tribulaciones de una familia pobre que se enfrenta al nacimiento inesperado de trillizas (digo, primero, esperaban una; luego, gemelas y, finalmente, se enteran de la tercera niña durante el parto). “El pecado desmembrado” trata de una pareja homosexual en la que uno de ellos quiere mantener todo en secreto, mientras el otro resiente que no tengan muestras de afección públicas. En “Complicidad”, la autora cuenta la obsesión de una niña para que se bautice una muñeca que recibe como regalo.

La autora retoma los temas cotidianos en el cuento “La deuda cobrada”, en el que relata un acto violento que muy bien podría tomarse de los titulares de uno de nuestros periódicos. Este cuento fue uno de los finalistas en el Undécimo —y último— Campeonato Mundial del Cuento Corto Oral en 2016. “Secretos vecinos” es otro cuento de mínima extensión. Este trata de crímenes comunes e infidelidad.

Los últimos cuatro cuentos son “La inocencia arrugada”, “Perla bañada en rojo”, “Huir hacia la oscuridad” y “Desterrada”. El primero es de un niño monaguillo y un sacerdote que sufre una muerte violenta. Le sigue un relato ambientado en la Masacre de Ponce. Protagoniza el tercero una joven que hace todo lo posible por huirles a los rayos del sol, a la vez que su madre intenta cambiarle ese comportamiento. Finaliza la colección el cuento “Desterrada”, de una joven prostituida por su padre.

Como se puede apreciar, la autora trabaja temas variados, generalmente en ambientes cotidianos. La gran mayoría de los relatos, si no todos, son de corte efectista, con un giro al final para darles contundencia. En muchos de ellos, sin embargo, se nota una falta de balance entre mostrar y decir, que en este caso se inclina más hacia lo segundo. Esto provoca que las narraciones a veces parezcan más un tipo de sinopsis, en las que aún hay que precisar qué es lo que hay que dramatizar de manera más profunda y qué se puede contar con poco detalle. Se ha mencionado antes en estas páginas que escribir un cuento, a pesar de ser más corto, no deja de ser igual de difícil que escribir una novela. Tal vez tarde menos en completar en cuanto a su redacción, pero la acción de depurar el texto y pulirlo hasta alcanzar su mejor expresión puede tomar el mismo periodo que escribir una obra literaria más larga.

Con Vitrinas, Yasmarie Hernández González marca su primer paso en el mundo de las letras. Esperemos que su paso sea largo, según dicte con su dedicación al oficio.

Vitrinas

Yasmarie Hernández González

Edición de autora, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 15 de 2019.

Reseña: Aterrizar no es regreso

Regreso del exilio

Confieso que se me había olvidado el segundo aniversario del paso por Puerto Rico del huracán Irma este pasado viernes, 6 de septiembre. Me sucede con todo lo que sucedió antes de María, cuya fecha de impacto me es inolvidable. No fue hasta que comencé a leer la crónica de Xavier Valcárcel, Aterrizar no es regreso, que caí en cuenta. Este libro del poeta y escritor puertorriqueño no se trata de Irma únicamente, sino de su huida a Nueva York y luego su regreso a la Isla tras el paso del segundo huracán mencionado.

La crónica de Valcárcel, que se lee más como una novela, comienza por casi el final de su viaje a Nueva York, cuando regresa del extranjero al sentirse derrotado por la Gran Manzana. El protagonista (o autor, como prefiera considerarlo) va camino a Cayey para regresar a la casa de su madre con una centavería en su cuenta bancaria. De a poco, relata cómo fue que pasó ambos huracanes: decidió irse a los Estados Unidos en un vuelo humanitario, regresar a Puerto Rico y lidiar con la realidad puertorriqueña meses después de la catástrofe.

Es una narración introspectiva, que no deja de ofrecer el punto de vista particular del autor en todo momento. Vivimos con él la devastación de María y su relación con Andrés. Su pareja es quien primero parte hacia Nueva York en busca de oportunidades de trabajo. Más tarde, Andrés recibe a Valcárcel en su apartamento. Presenciamos el tiempo en que Valcárcel estuvo fuera del País y las dificultades que enfrentó en una ciudad nueva e inhóspita, sin muchos conocidos. Luego, vivimos su regreso a Puerto Rico con su sentir fracasado, al igual que sus esfuerzos por reintroducirse en la realidad puertorriqueña contemporánea. Sin embargo, no es un mero recuento lo que hace. Xavier se conoce por su poesía, pero sus instintos narrativos, en esta obra, están en todo su apogeo. Los sucesos narrados serán verídicos, pero la manera en que Valcárcel estructura su experiencia es de corte novelístico. Logra escoger efectivamente qué sucesos narrar y cuándo presentarlos para crear expectativa en la lectura.

Aterrizar no es regreso retrata nuestra historia poshuracán, en que tanto ha ocurrido, pero mucho ha quedado igual. Xavier muestra el sufrimiento del pueblo a través de sus observaciones y experiencias. Evidencia de ello se puede leer en las partes en que cuenta cómo cuatro trabajadores en un taller de tapicería han perdido a sus parejas a consecuencia de sus huidas, debido al huracán —Tapicería Los Llorones, le llamaban (uno de los tapiceros era Valcárcel)—. Otra instancia que se queda con el lector, por la verdad que cargan sus palabras, es cuando narra su experiencia en una empresa sin fines de lucro. Cuando la compañía se ve sin dinero para pagar la nómina, pide solidaridad a los empleados: “Pero la solidaridad no paga cuentas. La solidaridad, la empatía, la resiliencia, la confianza y el amor se cansan”, opina.

Dos años después de los huracanes, la realidad que muestra Valcárcel sigue igual. Seguimos viviendo en un lugar donde cada vez se nos exige y quita más, mientras que unos pocos se lucran de la situación. A veces, hace falta repasar lo ocurrido para darse cuenta de lo que nos pasa. Aterrizar no es regreso cumple con esa mirada al pasado reciente, de manera ágil e interesante. Es una lectura recomendada.

Aterrizar no es regreso

Xavier Valcárcel

Alayubia, 2018

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 8 de 2019.

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Reseña: 14 de julio

Revivir la revolución

“A poco, había allí varias decenas de miles. Y miles de personas no son una manifestación estudiantil, no pueden dispersarse a porrazos”. Estas dos oraciones resumen mucho de la obra que reseñaré hoy. A primera vista, podríamos pensar que se trata de los acontecimientos del Verano 2019, aquí en Puerto Rico. En algún momento, la Policía o los representantes del Gobierno de Puerto Rico tuvieron que darse cuenta de lo que describe ese pasaje de esta obra. Sin embargo, 14 de julio, del escritor francés Éric Vuillard, no tiene nada que ver —directamente— con los acontecimientos que vivimos el mes de julio, sino que trata de la toma de la Bastilla en 1789.

Traigo el tema nuestro no por ser insular, sino porque hay semejanzas entre lo que vivimos y lo que el autor muestra de los inicios de la Revolución francesa. El libro cuenta los sucesos que llevaron a la toma del fuerte de la Bastilla, utilizada por el estado como prisión de prisioneros políticos, al igual que la secuencia de acciones que ocurrieron aquel día. No obstante, no es una novela histórica o, al menos, no es una novela histórica tradicional. En ese tipo de novela se dramatizan los hechos utilizando personajes protagónicos, tramas estructuradas y puntos de vista particulares. En 14 de julio, Vuillard descarta muchas de estas técnicas. Sí se dramatizan los hechos históricos, pero no hay papeles protagónicos ni una trama estructurada alrededor de un conflicto dramático que un personaje debe resolver. Aquí, los personajes entran y salen de escena, de manera caótica. Los soldados matan a un zapatero, por ejemplo, que el autor ha descrito y nos ha suplido con su historial (donde nació, si era casado, etcétera) y su historia termina cuando le rebuscan los bolsillos, desechado con los demás cadáveres. Un carpintero consigue un cañón para abatir la fortaleza, se nos muestra cómo vivía antes de esta revuelta, dispara el cañón y queda olvidado por el resto de la lectura. La lectura funciona como una representación cinemática, llena de escenas individuales que contribuyen a ilustrar los sucesos.

El autor narra desde una perspectiva contemporánea, además. Presenciamos los sucesos históricos, pero sin jamás olvidarnos de que vivimos en el siglo XXI y no en el XVIII.  Es casi como presenciar una buena clase de historia en que se intenta concienciar las diferencias entre las diferentes épocas. Se nota la preocupación del autor en no otorgarles papeles protagónicos a ningún particular, sino al pueblo en su entereza. Miles de personas arrasaron la fortaleza de la Bastilla, lincharon a su gobernador y quemaron cuanto registro y papel oficial encontraron. Más que explicar por qué y cómo sucedió, Vuillard lo muestra. Vivimos lo difícil que era para un ciudadano francés en aquella época pagar la renta y poder comprar comida, ya que los patronos habían decidido, con el aval del estado, bajarles sus salarios. A la vez, la aristocracia, para mantener sus banquetes lujosos y estilo de vida extravagante, incrementa los impuestos a los ciudadanos (estos mismos aristócratas no pagan impuestos, por cierto). Vemos la primera protesta, su sangrienta represión y la ola que culmina con la toma de la Bastilla ese 14 de julio de 1789. Las comparaciones del pasado con el presente de parte del mismo autor abundan. De ahí a pensar en lo que sucedió aquí en julio, lo que sucede ahora en Hong Kong, Kashmir e Inglaterra es un paso más que lógico.

La obra no carece de algunos problemas, sin embargo. A mitad de narración hay una pausa en los sucesos para nombrar ciudadanos que participaron de alguna manera en la revuelta. Esta lista acaba con la fluidez que llevaba la obra hasta ese punto y jamás se recobra. Gente entra y sale de escena y es difícil visualizarlos, ya que nunca los conocemos en realidad. Es una técnica que funcionaría mejor en una representación visual, como un filme o un cómic. En prosa, es demasiado difícil para seguir. Aparte de este detalle, la obra invita a la reflexión y nos deja con la expectativa de que tal vez estemos a punto de presenciar otra toma de la Bastilla pronto. De cierta manera, Puerto Rico ya lo hizo. Les toca a los demás.

14 de julio

Éric Vuillard

Tusquets, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en septiembre 1 de 2019.

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Cinco cuentos de horror para la Noche de las Brujas

Vincent Price, el rostro del terror para generaciones pasadas.

Además de dulces y disfraces, la Noche de las Brujas es prácticamente sinónima con el terror. Les incluyo cinco cuentos que pueden leer cerca de la medianoche, justo antes de dormir, para que tengas unos sueños bien chulos.

  1. «La pata de mono«, de W. W. Jacobs. Toda la acción se lleva a cabo en un solo lugar, en el transcurso de diferentes noches. Es una historia que juega con la expectativa e imaginación del lector para lograr su mayor efecto. Tiene elementos que hemos visto en películas como Gremlins y cuentos de hadas. Suele aparecer en las listas de los mejores cuentos del mundo. Es un verdadero clásico.
  2. «La caída de la Casa Usher«, de Edgar Allan Poe. Vamos, que no sería una lista seria sin este autor. Prácticamente, creó el género de horror en la literatura occidental. Además de ser un clásico literario, sirve como una clínica del arte de escribir y contar. Es especialmente efectivo si lo lees en una casa amplia y vieja, repleta de sonidos extraños.
  3. «La casa encantada«, de Virginia Woolf. La narración cuenta en detalle cómo una casa habitada por dos fantasmas la espantan todos los días y las noches. Es como si estuvieras en tu cama, con miedo a abrir los ojos porque temes ver lo que verás.
  4. «There are more things«, de Jorge Luis Borges (no guarda relación directa conmigo, por cierto). Este cuento es un tributo a la obra de H. P. Lovecraft, a quien no incluyo en esta lista porque está en todas las demás. Un hombre curioso entra en una casa donde murió decapitado un hombre para averiguar qué sucedió. Jorge Luis trabaja el estilo de Lovecraft a la perfección, pero de manera más elocuente.
  5. «Espantos de agosto«, de Gabriel García Márquez. Este trata del fantasma que hechiza un castillo en la Toscana. Más bien trabaja con el giro inesperado, que con el terror que podría causar un fantasma. Es un cuento que sirve de digestivo luego de leer los anteriores. Te relaja la tensión vivida, aunque te deja con el sabor de que algo horrible puede suceder.

Estos son solo una pequeña muestra de lo que uno puede leer para satisfacer esa necesidad de asustarse. Otros autores que trabajan el género son Shirley Jackson, con «El hechizo de Hill House»; Guy de Maupassant, específicamente con «El Horla», aunque tiene otros; y H. P. Lovecraft, ya mencionado, pero «El extranjero» es de mis favoritos. Disfruta de estos cuento y no te asustes mucho, que es solo ficción. No hay tal cosa como fantasmas, por más que cualquier sonido a medianoche nos lo induzca a creer, ¿verdad? Eso pensé.

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Reseña: El escondite perfecto

Viaje al pasado

Tal vez sea porque el lapso de atención de las personas es más corto hoy día o porque no se necesita un mínimo de páginas para publicar en esta era digital, pero lo cierto es que la novela corta se ha vuelto cada vez más popular. Por corta, me refiero a las obras de menos de 150 páginas, ya que el término es relativo. Una novela de 500 páginas puede parecer corta ante los dos volúmenes del Quijote, que ronda las 1300, según la edición. Más autores hoy día optan por publicar estas novelas que pueden leerse en uno o dos días, casi como cuentos largos. Hasta se podría generar un debate acerca de si son novelas o cuentos, pero, al fin y al cabo, lo importante es que se narra una historia. El escondite perfecto, del puertorriqueño Edwin Colón Pagan, es una muestra de esta modalidad literaria.

La trama comienza en el siglo XXI, pero rápidamente nos transporta al XIX, en el año 1825, con la duquesa Lucrecia que necesita albergarse en el San Juan de aquella época luego de sobrevivir un motín en la embarcación en que viajaba. Lucrecia desea esconder su origen aristócrata en lo que espera a Antonio, un hombre de negocios español enamorado de ella. Una vez llega el comerciante, se mudan a Uruguay, donde Antonio comete bigamia, ya que tiene esposa en Madrid, y se casa con Lucrecia. Poco después, Lucrecia da a luz a unos gemelos, aunque uno muere al nacer. En este punto de la historia, comienza a revelarse cómo Lucrecia salió de Tenerife, en las Islas Canarias, fue prostituta, conoció a Antonio y llegó a Puerto Rico. Luego, conoceremos los destinos de los descendientes de Lucrecia, hasta llegar a Diego, quien inicia la historia en nuestra actualidad y descubre la historia familiar.

Si suena como una historia ambiciosa para contar en menos de cien páginas es porque tal vez lo sea. La novela narra, en pocas páginas, los sucesos de una familia a lo largo de más de doscientos años (se extiende un poco a nuestro futuro). En la literatura, cualquier cosa se puede lograr, pero no creo que este sea el caso. A veces, la narración parece una sinopsis de sucesos y no les permite a los lectores vivir la escena. Suceden muchas cosas: hay infidelidades, muertes, enamoramientos, motines, peleas, intentos de asesinato, brujería, traiciones y todo tipo de eventos que podrían dramatizarse, pero suelen desaprovecharse estas oportunidades. La narración en sí confunde, ya que alterna entre la primera y tercera persona indiscriminadamente, sin ningún tipo de señal para el lector. Un párrafo lo narra la protagonista y el próximo, dentro del mismo capítulo, lo hace un narrador omnisciente.

La historia, dentro de todo, es interesante, con sus intrigas tanto terrenales como espirituales. Es una historia bien redactada, que necesita dramatizar los eventos claves para así lograr que la audiencia viva los infortunios de esta familia, en lugar de solo leer acerca de ellos. ¿Puede lograrse en menos de cien páginas? Por supuesto que sí. ¿Cómo? He ahí el oficio de escribir, que solo se mejora con la práctica y perseverancia.

El escondite perfecto

Edwin Colón Pagán

Letra Minúscula, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en agosto 25 de 2019.

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