Reseña: Esta isla

Isla de la desesperanza

Es refrescante leer poesía que no se enfoca únicamente en el amor o el sexo. No es que no me agraden los temas, pero es como todo: lo mucho deja de divertir con el paso del tiempo. Es como cuando te gusta una comida, dígase la pizza, pero después de comerla cinco días a la semana, tal vez decidas que te gustaría probar algo distinto. Igual sucede con la poesía, solo que los “chefs” apenas varían su menú. El puertorriqueño Francisco Félix, sin embargo, utiliza un ingrediente
—por eso de seguir con esta analogía culinaria— igual de clásico en su poemario Esta isla: la desesperanza.

Si bien existimos artistas desilusionados, también podría alegarse que la nueva cepa nunca ha tenido una ilusión que perder. No sufren de nostalgia porque desde que están vivos los ricos han acaparado más dinero, mientras que los trabajadores no han visto un aumento en salario desde 1972, estudiar en la universidad no les garantiza un buen empleo, están más endeudados y el asunto con el narcotráfico empeora cada día que pasa. Para muestra, un botón. Así lee el primer poema de la colección:

Entre el polvo se asoma el amanecer

los transeúntes salen

a sus madrigueras de metal

y en ese mar de hojalata

suenan las bocinas.

Este poema sienta la pauta para la primera parte del libro, “Golpe de concreto”. Su tema es urbano, con una mirada sobria y pendiente a los detalles. Félix no busca demostrar el lado bello de la urbe ni romantizar a los personajes que allí se encuentran. Simplemente, nos presta su ojo para observarlos como él los ve, sin prejuicios. Tal y como anuncia el título, estos poemas casi nos agreden al leerlos, por su honestidad y crudeza.

La segunda parte del libro se titula “Los barrotes del balcón” y presentan el pasaje del tiempo en la vida isleña. Es semejante a vivir una temporada con el poeta, que observa lo cotidiano desde su perspectiva. Pasan los días, su abuela muere, la velan, cocina, prepara café…, y así por el estilo. Nuevamente, se nota esa falta de ilusión a un porvenir feliz o un pasado en que todo fue mejor. Todo lo contrario: el café se quema, no husmea; “El mundo arde mientras / preparo el desayuno”, nos dice el poeta.

Esta isla toca la fibra de algo que sentimos —o al menos, deberíamos sentir— los puertorriqueños por el legado que le dejaremos a futuras generaciones. Francisco Félix nos pasa factura por nuestra falta de voluntad o capacidad para proveerles una isla próspera a nuestros hijos y nietos. No reclama nada, sin embargo. Solo observa y reporta, poéticamente.

 

Esta isla

Francisco Félix

Alayubia, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 30 de 2019.

Reseña: La rusa

Como una matrioshka literaria

La rusa es un pequeño libro del puertorriqueño Rafael Acevedo que contiene dos cuentos: la narración epónima y “La muela de Dios”. El título de por sí es sugerente; la rusa podría ser una mujer o una manera de hacer algo. Es un gentilicio que carga con estereotipos y un aire amenazante. Por ejemplo, decir que alguien es multimillonario, como Bill Gates, es muy diferente a decir que alguien es un multimillonario ruso. Otro ejemplo se puede apreciar en cómo la ruleta, un juego de azar, se convierte en algo terriblemente mórbido con añadirle rusa. Una notable excepción sería el caso de la ensalada rusa, que no guarda mucho misticismo ni amenaza, a menos que la remolacha le presente una.

El cuento “La rusa” juega con algunos de estos estereotipos. En un México donde la lluvia ácida es capaz de herirte, el protagonista cae bajo los encantos de una de las ayudantes de un multimillonario ruso, cuya riqueza alcanza niveles de lujo absurdos. Tiene una limusina inmensa, colecciona libros raros y demuestra abundancia con cualquier acción que toma. Por ejemplo, mantiene la colección de libros, pero no los lee, sino que le basta con presumir de ellos y su valor. Igual sucede hasta con las ayudantes, que apenas interactúa con ellas en el transcurrir de la trama, pero son mujeres impresionantes, no solo por su físico, sino por la inteligencia que poseen, capaces de manejar la colección de libros mencionada antes. Krupskaia, la rusa, es una profesora de literatura medieval contratada inicialmente para manejar la colección de libros, pero consigue un empleo fijo y mejor remunerado como ayudante del multimillonario.

Lo que comienza como una historia de crímenes va cambiando a una historia de amor, ya que el protagonista, que es poeta, entre otros oficios, termina enamorándose de la rusa. Si bien el giro en el tono de la trama es inesperado, esperaba saber más de este sórdido mundo en un futuro cercano, en que hay que evitar que te caiga la lluvia ácida, y cómo sus personajes se desenvolverían en él.

“La muela de Dios”, el otro cuento, se inspira en una cita del escritor norteamericano Phillip K. Dick. El autor construye este cuento usando las palabras de Dick a manera de pie forzado. En pocas palabras, el protagonista crea su propia religión inspirado en varias teorías y creencias, como la simbología y la cábala. Aquí vemos un ejercicio filosófico interesante, que debe interesarles a aquellos que disfrutan de ese tipo de texto.

Nuevamente, Rafael Acevedo presenta otro de sus proyectos en un formato interesante: es un libro corto de 4 x 4 pulgadas, que cabe en un bolsillo. Al igual que Acevedo, cada vez más autores comienzan a experimentar con diferentes formatos de libros que son más adecuados para historias cortas. Esto deja entrever que hay un público lector al que le agrada su literatura en volúmenes cortos e intensos, semejante a sus lecturas en línea, pero que también aprecia el objeto físico que un libro representa. Acevedo cumple con estos requisitos con La rusa.

 

La rusa

Rafael Acevedo

La secta de los perros, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 23 de 2019.

 

Reseña: Tema libre

Escritos dispersos

Cuando comencé a practicar la docencia como profesor universitario, asigné con frecuencia escribir ensayos de tema libre. En aquellos tiempos, pensaba que le hacía un favor al estudiante al darle la potestad de elegir lo que quisieran escribir. Pronto me di cuenta de que tanta libertad no era favorable. Se quejaban de no poder decidir por un solo tema o buscaban cualquier ensayo en internet y lo presentaban como suyo. Esa libertad se convertía en una angustia tanto para los alumnos como para mí. Aún asigno ensayos con tema libre, pero uso otras estrategias más específicas. Ahora son más personalizados y enfocados a la destreza que se busque desarrollar. En el libro Tema libre, el chileno Alejandro Zambra nos ofrece tres diferentes facetas de sus escritos, con poca relación entre ellos, así como cuando uno recibe de 25 a 30 escritos de tema libre de sus estudiantes.

El libro contiene tres secciones: “Autorretratos hablados”, “Ropa tendida” y “Léxico familiar”. La primera sección consiste en tres conferencias que el autor ofreció en distintos lugares, luego de lograr cierta fama con sus libros Facsímil: libro de ejercicios y Formas de volver a casa. Uno de los cuentos del primer libro (dicho sea de paso: recomiendo ese libro) se tradujo al inglés y se presentó en The New Yorker; esto le abrió muchas puertas al autor. En estas conferencias, el autor habla sobre cómo llegó a desarrollar su amor por la literatura y lo que significa para él. Son charlas amenas con partes citables, que nos adentran en su proceso creativo o revelan su opinión: “Y leo en voz alta, […], porque me parece que una frase debe pasar también por esa prueba de sonido” y “Un profesor nunca debería dar a sus estudiantes libros que entiende del todo. Debería compartir con sus alumnos los libros que le parecen fascinantes justo porque no los entiende a cabalidad”. Son escritos que resaltan la manera en que uno llega a amar la literatura desde un lugar completamente frívolo: el entretenimiento.

“Ropa tendida” es la segunda parte y contiene cuatro cuentos, dos de ellos mencionados en las conferencias de la primera parte. El autor mismo comenta que no son cuentos que le gustan como para publicarlos, pero que tienen ciertas partes que lo divirtieron mucho al escribirlas. De ellos, “El amor después del amor” es el más memorable. Cuenta cómo el protagonista sufre sus desamores y conflictos a manos de diferentes argentinos, entre ellos un amigo de su padre que profesa atracción a la madre del narrador. Es un enredo bastante gracioso con un tono neurótico que divierte.

El autor utiliza el formato de cuaderno de actividad que utilizó en Facsímil para contar uno de los cuentos. Para quienes no han leído ese tomo, este podría ser el tipo de trabajo por el que se le caracteriza. Sin embargo, los que sí lo han leído solo encontraran más de lo mismo, pero con un tema más a fin con este volumen, que tiene más que ver con literatura que la dictadura de Pinochet.

La tercera y última parte del libro es “Léxico familiar”, que son cuatro de las columnas que el autor publica en un periódico mexicano, hoy día. Son más introspectivas, aunque de temas actuales, como la ley contra el aborto en Chile y el terremoto de México un día antes de que el huracán María nos azotara a nosotros. Incluso, hace mención de una amiga que se perdió el terremoto solo para sufrir el desmadre del huracán acá. Tiene una reflexión acerca de los estragos del terremoto que me resultó demasiado familiar: “Si había algo que aprender, no lo aprendimos. Ahora pienso que […] es necesario saber de un momento a otro que todo puede venirse abajo. Pero entonces volvimos, sin más, a la vida de siempre”.

Tema libre es un libro para los que quieran conocer más de Alejandro Zambra y los que esperan con ansias la próxima obra del autor, sea cuentos o novela. Es un aperitivo literario en lo que llega el resto de la cena, bienvenido para quien lo conozca, pero insuficiente para quien llegue a él por primera vez.

 

 

Tema libre

Alejandro Zambra

Anagrama, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 16 de 2019.

Reseña: El libro de la noche

Cuentos fantasmagóricos

El libro de la noche parece un título sacado de las páginas del autor de ciencia ficción estadounidense H.P. Lovecraft.  Es un libro de cuentos con temas fantasmagóricos en muchos casos, escrito por la puertorriqueña Margarita Maldonado Colón. Comienza con un cuento largo dividido en tres partes ambientado en un futuro tal vez lejano, titulado “El libro de la noche”. La civilización según la conocemos ha desaparecido y hemos vuelto a un estado primitivo con rasgos modernos. Por ejemplo, uno de los personajes utiliza un envase de pepinillos, de esos que podríamos comprar en cualquier supermercado, y lo rellena de luciérnagas para convertir el artefacto en una linterna. La narración sigue los pasos de diferentes facetas de estos humanos y cómo se desenvuelven en su realidad.

Las demás narraciones son más cortas con temas de aparecidos y viajes a otros mundos o tiempos. En “La barcarola”, una mujer escucha una canción en sus sueños y no puede sacársela de la mente una vez despierta. “Ojalá” sigue los pasos de una señora cuya vida se le ha ido sin cumplir gran parte de las cosas que deseaba lograr. En “Ho capito che te amo” (Entiendo que te amo, en español, según un traductor en línea) un cantante debe escoger entre recuperar el amor de su vida con una canción o ganar un premio con otra. La realidad de una mujer sintecho se muestra a través de sus palabras en “Un llanto en la noche”. En este cuento, la protagonista narra sus experiencias viviendo en la calle; el punto de vista narrativo abre la puerta a que nos enfrentemos a una narradora poco fiable.

En “La noche en que los coquíes callaron”, una mujer despierta una mañana y se da cuenta de que todo el mundo ha desaparecido, mientras que la experiencia de despertar en un mundo vacío vuelve a trabajarse en “El envés de la frontera”, pero de manera distinta y con un giro diferente. En “Un grito en la noche”, un hombre socorre a una mujer que está a punto de sufrir un violento ataque de parte de un hombre con un machete. El tema del machismo y la violencia de género se toca también en “Dama de noche”, en que un hombre saca violentamente de su automóvil a la mujer que había sacado a comer. Ella resiste, los presentes observan y él aún insiste en el maltrato, para ir a una barra cercana, sin tan siquiera llevar a la mujer de vuelta a su casa.

“La mujer transparente” tiene un tema semejante a “El envés…”, pero nuevamente usa una situación, con un protagonista que sufre de Alzhéimer. La última narración, “Mis noches con Edgard”, es un tipo de oda al maestro cuentista Poe y su legado.

El libro de la noche es una aportación más a la ficción especulativa y cuentos fantásticos del país, que refleja muchas de las preocupaciones que sufrimos en nuestro diario vivir. Hay una reflexión acerca de lo que significa la muerte, lo que viene después, el machismo, los sueños quebrantados y el daño que los humanos le causamos al planeta. Algunas de sus narraciones se beneficiarían de causar más tensión narrativa al permitirles a los personajes que muestren más a través de sus acciones, en vez de explicarlos a través de sus pensamientos. No obstante, es una lectura que da de qué pensar.

 

El libro de la noche

Margarita Maldonado Colón

Los libros de la Iguana, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 9 de 2019.

[wpedon id=»3319″ align=»center»]

Reseña: Chernobyl

[wpedon id=»3319″ align=»center»]El desastre de Chernobyl en la antigua Unión Soviética fue, en su momento, una catástrofe que llamó la atención del mundo entero. Llegó al punto en que el nombre era sinónimo de un desastre nuclear, así como Hiroshima se convirtió en el lugar emblemático de un ataque nuclear. La planta soviética y su explosión son el escenario de una nueva mini serie de cinco episodios de HBO. Craig Mazin es el único escritor de los cinco capítulos que, antes de esta obra, se conocía más por las dos secuelas de The Hangover. Mazin, además, es unas de las voces que animan el podcast Script Notes, junto al guionista John August, que se concentra en todo lo que tenga que ver con el arte y el oficio de escribir guiones. Mucho de lo que hablan se puede aplicar a cualquier tipo de literatura.

Lo primero que me llamó la atención de Chernobyl es que se presenta casi como una trama de terror, en vez de desastre. Desde la manera en que se presentan las imágenes hasta cómo se mercadea en los anuncios de la emisora, se siente ese suspenso de que algo horrible va a suceder. Y, en efecto, algo horrible sí pasó en la planta nuclear Chernobyl. El público, en su mayoría, es consciente del desastre, pero aun así, la manera en que se presentan los sucesos genera suspenso. Ya vemos que la obra pretende separarse de lo esperado en una historia basada en un desastre verídico, al punto que en los primeros avances que vi, pensé que se trataba de una obra de ficción.

En el primer episodio conocemos a quien será el protagonista de la historia, Valery Legasov, uno de los expertos de ciencia nuclear en la Unión Soviética. Legasov existió en la vida real, aunque en la serie lo presentan con algunas discrepancias de lo que fue su vida en realidad. Por ejemplo, en la serie, Legasov es un hombre sin familia, mientras que en la realidad sí tuvo esposa e hijo. Curiosamente, aquí se presentará una rara combinación de lealtad a los acontecimientos con ficción, que no permitirá que lo que realmente sucedió o existió sea un impedimento para contar la historia. Las discrepancias entre el Legasov ficticio y el real es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, los productores de la serie han mencionado en entrevistas todo tipo de medida que tomaron para que su representación de Pripyat (la pequeña ciudad donde estaba la planta de Chernobyl) y la planta nuclear fueran lo más auténticas posibles.

En el primer episodio, titulado «1:23:45», la hora que marcó el reloj cuando explotó el reactor, conocemos a Legasov exactamente dos años después de la explosión de Chernobyl, en 1988. Está en su apartamento en Moscú grabando lo que será su testamento. Habla de lo que cuestan las mentiras. Termina su grabación, sale a botar la basura con el cassette donde grabó el testamento y, evadiendo el escrutinio de alguien que lo observa, deja su testimonio escondido. Sube al apartamento de nuevo y se ahorca. Acto seguido, la trama retoma los eventos de la noche en que ocurrió el desastre y va hora por hora, casi, siguiendo los sucesos. No hay que esperar mucho para que ocurra la explosión. El resto del episodio muestra las decisiones que se tomaron una vez ocurre el desastre. El público sabe lo que ha ocurrido, pero los personajes, no. Hacen cosas que les cobrará la vida luego. Nosotros lo sabemos porque hemos leído lo que sucedió en Chernobyl, pero ellos se niegan a creer que el reactor voló en cantos. A través de la trama, ya hemos conocido a algunos de estos personajes. Unos nos resultan simpáticos, otros asqueantes, como Anatoly Diatlov, el supervisor de la planta, que practicamente ordena a sus subordinados a morir simplemente porque rehusa creer que lo peor ha sucedido. Con esta toma de decisiones se jugará en el episidio final, pero por ahora, nuestro conocimiento de los hechos nos hacen sufrir con cada acción de los personajes. Se declara la emergencia y terminamos con Legasov, a quien llaman desde Moscú en su capacidad de experto para investigar lo que sucede en Pripyat.

Hago un aparte para mencionar una decisión que se tomó acerca del habla de los personajes. Generalmente, los personajes rusos en las películas de Hollywood suelen hablar inglés con un acento ruso, a pesar de que se supone que esten hablando su idioma, no inglés. En este caso, los productores decidieron que los actores hablarían con sus acentos británicos, en vez de utilizar uno ruso. Descartaron el inglés americano, curiosamente, porque pensaron que dañaría la ilusión de estar escuchando conversaciones entre soviéticos. Es un truco que hemos visto antes, pero en otros ámbitos. Si recuerdan la mayoría de las películas o series ambientadas en la antigua Roma, recordarán que los actores utilizan acentos británicos también; o sea, no hablan latín.

«The happiness of all mankind» es el segundo episodio y comienza luego de la explosión. El gobierno soviético sabe que ha sucedido algo en la planta de Chernobyl, pero no precisan qué. Peor aún, los encargados de la planta y sus superiores insisten en que no ha sucedido algo tan grave, que todo está bajo control. Aquí vemos cómo el sistema burocrático agrava la situación. Diferentes funcionarios, por miedo a no meterse en problemas con los superiores y tronchar sus carreras, no reportan bien lo que ha sucedido. Hay otros factores que influyen, por ejemplo, hablan de una cifra de radiactividad, que no es buena pero tampoco tan grave. Sin embargo, la cifra se reporta porque los instrumentos que miden la radiactividad no registran nada más alto que ese valor. Es como si tu carro solo marcara hasta 60 millas por horas y pensaras que viaja a esa velocidad mientra rueda desde una montaña empinada al doble de velocidad. Vas a 120 millas por horas, pero según tus intrumentos, vas a 60.

En este segundo episodio, seguiremos los pasos de Legasov, que debe reunirse con el gabinete de Gorbachev, líder de la Unión Soviética en ese entonces, para explicar la situación. Conocerá a Boris Shcherbina, a quien le han encargado arreglar el asunto de Chernobyl, como si se tratara de un problema menor, en vez de la catastrofe nuclear más desastrosa de la historia. Es como si te mandaran a apagar un fuego con una manguera y te enteras al llegar de que se trata de un siniestro forestal que ocupa una parte significante del estado de California. Legasov comienza a explicar al alto mando soviético, luego de inferir de un informe que el reactor explotó.  La noticia no surte el efecto deseado en los presentes, así que el científico debe explicar por qué lo sucedido es tan grave. En este punto de la historia, Gorbachev se convierte en nosotros (¿o nosotros en Gorbachev?), ya que se nos proveerá con una explicación de lo que implicaba encontrar grafito y la cantidad de radiactividad que se disparaba del reactor. Al final de la reunión, Legasov y Shcherbina deben viajar al lugar del desastre y lidiar con la emergencia. Legasov es consciente de que el viaje significará una muerte temprana para ellos debido al cáncer que de seguro desarrollarán, ya que la radiactividad les causará daño a largo plazo.

Conoceremos también a Ulana Khomyuk, que es un personaje ficticio que representa un sector de la comunidad científica soviética que fuy muy crítico de la manera en que se manejan los asuntos en torno al desastre. Ulana se dará cuenta de que el reactor ha estallado gracias a sus poderes de observación y sus investigaciones. Luego la veremos investigando las causas del accidente también. Por ahora, sale a verificar la información que sospecha hasta encontrarse con Legasov.

La relación entre Shcherbina y Legasov comienza de manera atropellada. Legasov, armado con el conocimiento de lo que probablemente sucede y sus consecuencias, debe convencer a Shcherbina del peligro que enfrentarán. Shcherbina es mucho más pragmático y cauteloso en la manera en que trata con sus superiores, a quienes no les gustan las malas noticias. Poco a poco, Legasov convencerá a su compañero de la gravedad de la situación. El duo se complementa una vez aprenden a respetar el conocimiento y las destrezas de cada cual. Legasov sabe que hay que hacer cosas terribles para aminorar los daños, como ordenar a personas a exponerse a grandes cantidades de radiación. Sin embargo, su manera de proceder no convence. Shcherbina, por su parte, sí sabe qué decirles a los que necesitan convencer a arriesgarse por la patria.

No es hasta el tercer episodio, «Please remain calm» en que comenzaremos a ver los efectos de las dosis extremas de radiación que recibieron los empleados de la planta y los bomberos que acudieron a apagar el fuego en el reactor. Este episodio usa la manera en que se manifiestan los síntomas para crearle una trampa a la audiencia. Llegamos al hospital y vemos a las víctimas del primer episodio. Aparentemente, se recuperan. Sin embargo, esa mejoría es algo normal cuando se es expuesto a tanta radiactividad. Lo que sigue es un deterioro a nivel celular que causa un sufrimiento terrible. En el transcurso del episodio veremos estos efectos de manera gráfica. A la vez, veremos cómo avanza la investigación de Ulana, que terminará con una explicación del accidente en el último episodio. El episodio nos brinda un poco de esperanza para luego borrarla violentamente.

Los episodios 4 y 5 ya van camino al final. El cuarto nos enseña cómo el gobierno soviético decidió desplazar a los que vivían en las tierras afectadas y matar a cuanto animal se quedó atrás para que no se propagara la contaminación. Además, nos presenta a los mineros, que eran un gremio con algo de poder aun dentro de un sistema como el soviético. Estos también arriesgarán sus vidas para cavar un túnel debajo del reactor y así prevenir una complicación adicional. El último episodio nos presenta lo que sucedió la noche del accidente y quiénes tuvieron la culpa por medio de un juicio. Termina todo con un resumen de cómo terminaron los personajes en la vida real.

Más allá del mensaje que la serie desea transmitir, el logro mayor de Chernobyl es la manera que muestra la historia. Se notan las decisiones que se tomaron para que una historia conocida se presentara de manera diferente. Cada episodio busca evitar los lugares comunes (tropes en inglés) a los que estamos acostumbrados de ver en historias semejantes. La recreación de la época y el lugar parecen impecables, a juzgar por las reacciones de personas que vivieron en la Unión Soviética y que han visto la serie. Técnicamente y en la manera en que está escrita, esta serie tiene mucho que enseñar, desde la manera en que se utiliza el diálogo hasta la manera en que se muestran características de los personajes. Esta reseña solo toca algunos puntos. El mensaje del autor puede perderse, sin embargo (puede que no, ¿quién sabe?). En el podcast de la serie, Mazin, el escritor, ha mencionado que el tema principal de la serie es el que menciona Legasov al principio: ¿cuál es el precio de las mentiras? No obstante, podría interpretarse como una crítica al comunismo de la Unión Soviética. En estos tiempos de luchas contra el capitalismo y el neoliberalismo, cualquiera podría ver la serie como una denuncia de la ese sistema de gobierno. Sin embargo, el propio autor, en el podcast mencionado, muestra cierto tipo de admiración hacia la gente que estuvo involucrada en el incidente y pone en duda que los sacrificios que hicieron los soviéticos se hubieran logrado en los Estados Unidos. Por tanto, no me parece que su discurso sea una crítica a los soviéticos de por sí, sino una denuncia de las consecuencias de negar la verdad. Todo apunta a que esta tendencia de ignorar los hechos lleva a la humanidad a su pronta desaparición. Cada día hay más evidencia de que debemos cambiar drásticamente nuestro modo de vivir para detener los daños que le causamos al clima del planeta. Sin embargo, las personas que están en posiciones claves para promulgar estos cambios son los más ignorantes. Al final, la gran lección de Chernobyl, tanto el desastre como la serie, parece esfumarse, así como los fumadores, por más evidencia que se les presente acerca de los daños que causa el cigarrillo, no toman medidas para vencer su adicción.

Reseña: El abismo inventado

Misceláneas breves

La portada de El abismo inventado, el libro de narraciones del puertorriqueño Javier Febo Santiago, muestra a un hombre empujando lo que supone ser una piedra redonda a la cima de una colina. El hombre ha de ser Sísifo, un antiguo rey en la mitología griega, al que Zeus castigó con la condena de empujar el peñón por toda la eternidad. Antes de llegar a la cima, la piedra rodará hacia atrás nuevamente y el antiguo monarca se verá forzado a empujar otra vez y otra vez. Tal vez la imagen sea una metáfora de cómo es la vida para un escritor: se pasa todo el trabajo del mundo escribiendo alguna obra, solo para volver al principio con la próxima. El libro de Febo Santiago contiene 55 narraciones cortas, así que, como poco, empujó el peñón de la literatura esa misma cantidad de veces para publicar este libro.

Menciono que son narraciones, porque muchos de los escritos son difíciles de catalogar. Algunos son cuentos y otros parecen más introspecciones de los personajes que se encuentran en el tomo. Por ejemplo, “Revelaciones”, un minicuento de menos de una página, relata la advertencia de Dios a un hombre acerca de un terremoto. El hombre se pregunta qué ha sucedido con la revelación, pues la catástrofe no acaba de suceder. Esto le da un giro irónico a la corta narración y provee su conflicto. Otros, como “De matar y otros demonios”, nos lleva dentro de la mente de un sicario, pero ahí queda todo. Muestra la filosofía del personaje y sus cuestionamientos hacia la sociedad, sin trama ni conflicto.

Hay cinco partes en el libro y cada una sigue un tema general. La primera parte es una mezcla de excesos de alcohol y vuelos literarios en que los protagonistas hablan con personajes como Woody Allen y Nicanor Parra, o se pierden en borracheras. En la segunda parte presenciamos narraciones que involucran la fe; los personajes batallan con sus creencias y cómo reconciliarlas en sus vidas, como sucede en “La fe”. La tercera parte cubre temas del desamor y sus consecuencias, mientras que la cuarta parte trabaja con temas más sueltos, como misceláneos. La última parte, y la más corta,  con cinco narraciones, parece más bien un epílogo y despedida del autor hacia los lectores.

La manera en que la obra está presentada me recordó al formato de los blogs, que se caracterizan por sus entradas cortas (generalmente) de temas dispersos y diversos. El abismo inventado funciona así. De momento, lees un cuento, luego lees una introspección de un dueño de restaurante y de ahí pasas a un párrafo que destila un pensamiento más filosófico. Lamentablemente, esta edición sufre de descuidos ortográficos que pudieron evitarse con una revisión más rigurosa. A veces, hay comas donde no van, se separa el verbo innecesariamente, o tildes que faltan o sobran. Son descuidos que una editorial no puede darse el lujo de pasar por alto.

El abismo inventado muestra tal vez la visión de mundo de su autor, a través de personajes variados, que sufren de trastornos peculiares. A veces, actúan en el mundo que viven, otras solo piensan en voz alta, por así decirlo. La tarea sisifalesca de la literatura se evidencia entre sus páginas.

 

 

El abismo inventado

Javier Febo Santiago

Editorial EDP, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en junio 2 de 2019.

[wpedon id=»3319″ align=»center»]

Receta: Pasta con pollo y salsa cremosa de limón

Los que me conocen saben que me gusta la cocina y comer bien.  Aunque disfruto salir a comer cuando se puede, también me encanta preparar la comida. Paso demasiado tiempo buscando recetas y viendo videos de cocina en internet. Como suelo cocinar a menudo, he desarrollado un poco de destreza para improvisar con lo que haya en la nevera y la alacena.

Esta receta es una variación de otra que saqué de The New York Times, que usa una mezcla de linguini, limón y crema espesa. Yo le añadí una carne y queso gorgonzola para que llene un poco más. Cualquier nutricionista me lincha por esta alteración, pero la salsa de limón le da un sabor chévere a la carne (generalmente camarón o pollo). Si lo quieres usar como guarnición, no le añadas estas proteínas. No recomendaría carne roja, en todo caso (y la carne de cerdo es roja). Como acompañante, la pasta va con casi cualquier carne, pero te meterás una cantidad excesiva de calorías al cuerpo. Si vas correr un 5K o algo por el estilo el día después, mete mano.

Sin más, vamos a los ingredientes (para 2 a 3 personas, según sus apetitos):

1 taza de pasta (rotini, penne, farfalle o semejante si es con carne; linguini o spagueti, si no)

2 cucharadas de mantequilla (no margarina, hereje)

1 limón amarillo

1/4 de taza de crema espesa (puede ser más; no pierdas la cabeza si te excedes un poco)

1 pechuga de pollo

sal y pimienta

queso grogonzola (no sé la medida; lo hago a ojo. En el procedimiento lo explicaré un poco mejor)

1 diente de ajo

orégano seco o fresco, como gustes

1 cucharadita de aceite oliva

Procedimiento:

Corta al pechuga en trozos, échale sal, pimienta y orégano. En una sartén a fuego medio alto (en una escala del 1 al 10, usa el 6), calienta la cucharadita de aceite de oliva. Machuca o corta el ajo y añádelo a la sartén canado haya calentado. Espera un minuto para que el aceite absorba el sabor del ajo, pero que no se queme. Añade el pollo. Cocínalo hasta que dore; recuerda removerlo cada dos o tres minutos, según tu nivel de vagancia.

Mientras el pollo se cocina, pon a hervir agua con sal para la pasta. Espera a que parezca la olla de una bruja antes de añadir la pasta. Sigue las instrucciones del paquete en cuanto al tiempo que debe hervir la pasta. Usa un cronómetro para medir bien el tiempo. Antes de meter la pasta al agua, en otra sartén calienta la mantequilla y ralla la corteza del limón amarillo sobre la mantequilla. No quieres que se queme la cáscara del limón, así que échale la crema espesa. Cuando comience a hervir, échale media taza del agua hirviendo de la pasta. Quieres que la pasta haya hervido en esa agua por al menos un minuto, ya que ese almidón que suelta ayudará a espesar la salsa. Añade un poco de pimienta a la salsa. Si ves que la salsa hierve muy rápido y está en peligro de quemarse, baja el fuego o la temperatura. Llevalo a 5 o 4 de ese 6 en que lo tenías. Ralla el queso gorgonzola sobre la sartén. Yo uso un lasqueador de queso, que lo corta bien fino y le añado 4 a cinco lascas, dependiendo de mi estado de ánimo. Si el pollo está listo, añádelo.

Cuando queden dos minutos de cocción para que la pasta esté lista (recomiendo que lleves el tiempo, así no tienes que quemarte los labios probando un canto de pasta), añádela a la sartén con la salsa de limón. Exprime el limón sobre la sartén. Si no lo deseas tan ácido, añade una mitad solamente. Si al echar la pasta está demasiado dura (porque no seguista alguna instrucción), añade una taza de agua que sobró de donde herviste la pasta. El almidón que contiene esa agua ayuda a que la salsa espese. Remueve esporádicamente todo con una cuchara de madera (puede ser de cualquier material, pero la de madera te hace parecer que llevas años haciendo esto) hasta que la mezcla cobre la consistencia que desees. Apaga la hornilla y sirve al momento. Si tardas mucho se pasma. Déjale la pasta pasmada a Olive Garden o a Macaroni Grill.

Habría sido buena idea incluir fotos, pero da trabajo cocinar y tomar fotos a la vez. Además, no se me ocurrió escribir esto hasta después de que nos hartáranos de pasta con pollo al limón. Si la preparas, déjame una nota y me dices cómo te fue. No me hago responsable de tus resultados, eso sí.

[wpedon id=»3319″ align=»center»]

 

Reseña: Sangre

Recetas familiares

El cómic es el género literario más antiguo y menos respetado, al punto que pocos académicos lo consideran un género literario. Sin embargo, la humanidad se ha expresado a través de él desde sus comienzos, como el arte rupestre puede evidenciar con las escenas que muestran facetas de la vida paleolítica. Sin duda, el nombre que tiene el cómic no lo ayuda a que se considere como un medio serio. Se ha tratado de modificar este nombre con términos como novela gráfica o arte secuencial, pero tan pronto vemos paneles dibujados con burbujas llenas de diálogo, pensamos en cómic. Además, el material que suelen representar las historias de superhéroes también les resta seriedad. Sin embargo, siempre ha existido quienes exploran el medio con una visión más amplia del potencial que tiene el arte secuencial o la novela gráfica. Sangre, del escritor puertorriqueño Ricardo Martí y del artista o colectivo artístico (no está claro cuál de los dos es) LápizAfilao, pretende explorar dicho potencial.

Antes de comenzar, hay que hacer una aclaración: Sangre no es un cómic, novela gráfica, libro de arte secuencial o cualquier otro término adaptado que prefiera. Es una novela corta ilustrada. En algunos momentos utiliza técnicas del cómic, como sucede con algunos diálogos e instancias en que la ilustración es parte de la trama narrada, pero el arte mayormente ilustra sucesos en el libro. Lo menciono no porque sea un aspecto negativo o positivo, sino que hablar de novela gráfica sugiere ciertas expectativas del público.

Dicho esto, enfoquémonos en la trama, que está repleta de suspenso desde el principio. El dueño de un restaurante, su esposa, su hijo y dos empleados, una mesera y un cocinero, viajan a una villa recóndita en algún lugar del este de Puerto Rico. Allí se internarán para perfeccionar una receta que gane un concurso de cocina internacional. Sin embargo, se establece desde temprano que estos personajes no se llevan muy bien. El dueño, don Antonio, es un ser atorrante, machista, tacaño y de mala voluntad que solo desea ganar el concurso, sin importar lo que cueste. No se lleva bien con su hijo, Juan, y hasta parece envidiar el afecto de Norma Jean, su esposa y madre de Juan, hacia el joven sociólogo. En el transcurso de la novela, Antonio descubrirá que añadirles sangre a las recetas les añade un sabor único a los platos y que son capaces de ganar el certamen. La sangre tiene un efecto místico y cambiará radicalmente los sucesos en la trama.

La historia mantiene un tono humorístico, a pesar de lo macabro del tema, que funciona muy bien para la mayoría de la novela. Una excepción es, tal vez, el exceso de humor que emplea cuando comienzan a notarse los efectos místicos de la sangre en la comida. A mi juicio, este instante no armoniza con el tono que logra mantener en el resto de la historia. El resto de la trama logra muy bien su objetivo: provocar tensión en el lector para que este sienta que cosas terribles están por suceder, y la trama no lo defraudará. Las ilustraciones van a la par con el texto y recuerda un poco el estilo de David Lapham en la serie Stray Bullets, que aún se publica hoy día, aunque de manera esporádica.

Sangre es una propuesta interesante en la literatura puertorriqueña con su mezcla de narrativa con cómic. Es una obra capaz de causar efectos marcados en sus lectores gracias a la imaginación de sus creadores.

 

 

Sangre

Ricardo Martí y LápizAfilao

Bolita Group LLC, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en mayo 26 de 2019.

Reseña: Kentukis

Voyeurismo voluntario

Lo primero que me llegaba a la mente al leer la palabra kentukis era el pollo frito de la cadena de comida rápida. (Me crie en la década de los setenta y ochenta en Puerto Rico. ¿Qué más iba a pensar?). Sin embargo, en el contexto de la nueva novela de la argentina Samanta Schweblin, un kentuki es un tipo de muñeco con ruedas que se conecta a la internet y lo controla otro usuario de manera anónima. El que lo controla ve y oye todo lo que dice y hace el dueño del muñeco, pero no puede hablar; solo emite sonidos. Los kentukis vienen en forma de varios animales, como conejos, cuervos, búhos y hasta dragones, y son una mezcla de alta tecnología con mascota. El aparato inventado por la autora disfruta del prestigio de un iPhone, por la manera en que se distribuye, y la euforia de un medio social popular, a lo Twitter o Facebook. Es, además, muy semejante a los muñecos sorpresa de hoy día, como los Hatchimals o las muñecas LOL (pregúntele a algún niño entre 4 y 9 años, si desea más detalles). En otras palabras, nada que ver con pollo frito, aunque Schweblin sí le tira un guiño a la franquicia, ya que uno de los personajes llama Coronel Sanders a su kentuki.

Kentukis es una novela de ciencia ficción, ambientada en un presente alterno al nuestro, en que todo es igual, salvo la introducción al mercado de los kentukis. Además, la autora narra diferentes escenas desde el punto de vista de varios personajes alrededor del mundo. Algunas, como la primera escena, son pasajeras y sus personajes no se vuelven a ver luego de concluido el capítulo. Otras las presenciaremos por algunos capítulos, pero sus historias terminarán antes de la conclusión. Hay cinco, sin embargo, que seguiremos hasta el final del libro. La historia de Alina y Sven será la que comienza y termina la continuidad de historias. En ella se narran las incidencias de esta pareja en la que Alina, la novia del artista Sven, consigue un kentuki para entretenerse mientras su pareja trabaja en una residencia artística en México. Otra historia es la de Emilia, que es una señora mayor que maneja un kentuki desde su casa en Perú. Su “ama”, como se les llama a los que obtienen el muñeco, es una joven francesa en Lyon, por quien la peruana desarrolla un afecto materno. Otro usuario es Marvin en Antigua, que maneja un pequeño dragón y busca lidiar con la muerte de su madre a través del uso del aparato. De vuelta a los dueños de kentukis, tenemos a Enzo, un uruguayo divorciado que consigue un kentuki para complacer a su hijo, de quien tiene custodia. La última historia que se cuenta a lo largo de la trama de la novela es la de Grigor, en Croacia, que convierte el furor por los kentukis en un negocio: compra los controles de los muñecos y los vende a personas que desean escoger en dónde estará su kentuki. Lo único que tienen en común todas estas historias (tanto las largas como las cortas) es que todas involucran el uso de uno o más kentukis.

 

Después de tanta mención de los aparatos, podríamos llegar a la conclusión de que la novela tiene que ver más con ellos que con cualquier otro elemento, pero no es así. Schweblin utiliza los kentukis para narrar y llevarnos dentro de las vidas de diversos personajes en todo el mundo. La tecnología se utiliza como pretexto para explorar diferentes temas de la experiencia humana, aunque sobresale la soledad. Es una novela diferente, pues no existe una sola trama unificadora que dirija la acción hacia el final. Es más bien una exploración de cómo nos relacionamos como sociedad en una época en que estamos tan conectados por la tecnología. Las diferentes historias mantienen en vilo a los lectores, guiados de la mano de una autora que con cada obra sorprende más con su versatilidad. Luego de leer esta novela, kentuki ya no es sinónimo de pollo frito para mí (bueno, no es solo pollo frito).

 

joseborges@elblogdeborges.com

 

Kentukis

Samanta Schweblin

Vintage Español, 2019

Universos paralelos

En una película tipo Back to the future, este universo en que Donald Trump es presidente de los Estados Unidos sería donde los protagonistas lucharían por cambiar los sucesos para regresar a un futuro sensato. Vivimos en un universo que necesita arreglo.

En una película tipo Planet of the apes, somos la humanidad que causó un evento cataclísmico, dado la manera en que insistimos en destruir nuestro medio ambiente.

En una trama tipo Star Trek, Picard o Kirk (o ambos) se sentarían en su silla de mando lamentando como la humanidad en este universo paralelo no logró ver y reaccionar al peligro inminente que destruirá la raza humana. Somos los bárbaros que los capitanes mencionados dejan a su suerte, encienden sus naves y viajan a su realidad gracias a sus poderosos motores de warp speed deus ex machina.